miércoles, 19 de octubre de 2011

LOS MARRAJOS Y LA COFRADÍA DEL ROSARIO. DOS COFRADÍAS DOMINICAS EN CARTAGENA


En 1580 la Orden de Predicadores, los Dominicos, autorizaba la apertura de un convento de esta orden en la ciudad de Cartagena, tal y como había solicitado un año antes el Concejo de la ciudad. Un convento que quedaría finalmente establecido, finalizadas su construcción, en 1587. El establecimiento de los dominicos coincidiría en el tiempo con los de otras órdenes, como los agustinos o los franciscanos, cuya presencia dotaría de un notable impulso a la vida religiosa de la ciudad. El silencio que durante años ofreció el titular de la Diócesis a las reclamaciones del Concejo solicitando la apertura de nuevas iglesias o el envío de clérigos regulares con los que atender las crecientes necesidades espirituales de Cartagena se vería compensado así con la llegada de estos frailes.

Una consecuencia que se derivaría así mismo de la llegada de cada una de las órdenes religiosas serían los nuevas costumbres devocionales que éstas impulsarían, así como la aplicación de las bulas o privilegios que tenían concedidas y que vendrían a modificar algunos aspectos del proceder religioso de los cartageneros.

En el caso dominico, que es el que nos ocupa, hay que recordar que en 1208, en el monasterio de Prouilhe, en el sudeste francés, la Virgen se había aparecido a Santo Domingo de Guzmán, enseñándole el rezo del rosario, que portaba en sus manos. Ligada en origen por tanto esta oración a la Orden de los Dominicos, éstos se encargaron de su divulgación y consolidación. Así, en 1470, otro monje dominico, Alano de la Roche, establecería la estructura inicial del rezo del Rosario y fundaría en Douais (Francia) la primera cofradía con esta advocación mariana, cofradía matriz de la que partirían todas las que, a imagen de ella, se crearían por el mundo.

Un siglo más tarde, el 17 de diciembre de 1569, Pío V, papa dominico que sería posteriormente proclamado santo, promulgó la bula ‘Consueverunt Romani Pontífices’ por la que daba al rezo del rosario la forma que ha perdurado hasta nuestros días. Tres años después, el 5 de marzo de 1572, el mismo papa, mediante la bula ‘Salvatoris Domini’, instituía el 7 de octubre como la fiesta de la Virgen de la Victoria o del Rosario, ligando así esta festividad a la victoria que ese día había tenido lugar, bajo la protección de la Virgen, en la Batalla de Lepanto.

Serían esas fechas muy inmediatas, como estamos viendo, a la creación del convento dominico de Cartagena. Años en los que el culto a la Virgen del Rosario había adquirido una extensión notable, que había derivado en la creación de cofradías con el patronazgo de la Virgen en esta advocación. Así fue el caso de Cartagena, donde, en la única parroquia de la ciudad, la de la Asunción o Catedral Antigua, se constituyó una Cofradía del Rosario.

Con la llegada de los dominicos, éstos reclamaron para sí, en función de lo dispuesto por San Pío V, la dirección espiritual y el control de la cofradía mencionada, por lo que ésta se desplazaría a una nueva sede en el convento de la Orden de Predicadores.

La Cofradía del Rosario (llamada también en origen de la Victoria) existía en Cartagena desde mediados del siglo XVI. Vicente Montojo y Federico Maestre de San Juan, cuyos estudios resultan fundamentales para una aproximación histórica a la Cartagena Moderna publican que en 1559 existe constancia del testamento de un vecino de la ciudad, llamado Antón Ros en el que es mencionada esta cofradía (1).

La Cofradía del Rosario se crearía, con toda seguridad, en la iglesia Mayor, en la que existía una imagen de esa advocación. Igualmente, dan cuenta Montojo y Maestre (2) de que tal y como recoge la Crónica del Convento de San Diego, en 1614, la Cofradía del Rosario iniciaría el Vía Crucis en la ciudad, entendiéndose éste en un concepto similar al de las procesiones de Semana Santa.

Trasladada, como se ha dicho al convento dominico, algunos hechos nos dan cuenta del potencial de esta cofradía y de la importancia concedida al culto de la Virgen del Rosario por los dominicos. Así, la capilla del Rosario se encontraba en construcción en 1631, finalizándose su retablo en 1650, siendo obra del artista albaceteño Miguel Filipo (3). Sirva como dato que el retablo del altar mayor no se finalizaría hasta cuatro décadas después, en 1691, por Ginés López e Ignacio Caro (4). El retablo marrajo habría de esperar casi un siglo, hasta 1730.

Como se ha visto, la Cofradía del Rosario sería la iniciadora de las procesiones de Viernes Santo, si bien, a comienzos del XVII, es decir, poco después de la fecha dada como inicial, existirían también otras que participaron en dichas procesiones (5), todo ello hasta que en 1663 la Cofradía Marraja recibe del Obispo Juan Bravo el mandato de organizar las procesiones de Viernes Santo.

La Cofradía del Rosario no abandonaría, en ningún caso, su responsabilidad en la divulgación del Santo Rosario y en el culto a su Titular, celebrando todas las noches una sencilla procesión con cruz y dos faroles rezando el Rosario y, una vez al año, tal y como describe González y Huárquez, el llamado popularmente “Rosario Largo”:

“Fuera de estos días salía también en la misma forma con la Virgen del Rosario todos los años en la madrugada y noche del día ocho de septiembre. A esta procesión se la llamaba vulgarmente del rosario largo, y había en ella la particularidad de que en vez de cirios se llevaban faroles. Delante iba una preciosa cruz de cristal de grandes dimensiones, conteniendo en su interior once luces; y junto al trono de la Virgen cuatro grandes faroles, de forma artística, dos de quince luces cada uno y los otros de trece; y dos de figura piramidal, a estilo de torres”. (6)

La capilla del Rosario en Santo Domingo

Como se ha indicado, junto a la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la capilla del Rosario es una de las dos más destacadas del templo conventual. En origen, fue la más considerable, tanto por sus dimensiones como su decoración, sintomáticas de la relevancia espiritual que desarrolló la cofradía con el respaldo de la orden dominica.

En 1822 los dominicos, al comienzo del proceso desamortizador que se desarrolló en España al iniciarse el siglo XIX y que tan lesivo resultó para el patrimonio cartagenero, hubieron de abandonar el templo y el convento. En ese momento venderían el retablo del altar mayor a la parroquia de la localidad de San Javier. Cuando retornaron dos años más tarde, el de la capilla del Rosario sería trasladado al presbiterio del templo, por ello, quedó desplazado de su ubicación original y se perdió irremisiblemente por el derrumbe que esa parte del templo tuvo durante los años en que estuvo abandonado (1835-1875) y que derivarían en una reconstrucción, ya como parroquia castrense, para su apertura en 1880, cuando se levantaría la actual cúpula del crucero y el ábside en su totalidad.

Sí se conservan los frescos en la cubierta de la capilla actual, rematada por una cúpula. En sus pechinas podemos ver a los cuatro dominicos que han sido elegidos papa a lo largo de la historia:

El beato Inocencio V, que sería el primero de ellos y que tan sólo ocuparía la silla papal cinco meses en 1276, Benedicto XI, también beato y que sería papa entre 1303 y 1304, San Pío V (1566-1572) y por último Benedicto XIII (1724-1730) al que no hay que confundir con el llamado Papa Luna, que se atribuiría el mismo nombre.

Estas pinturas reflejan en los cuatro casos una imagen idealizada de los pontífices con sus atributos papales (todos ellos tienen junto a sí una tiara) pero en ningún caso obedecen a un retrato pormenorizado de éstos, siendo notablemente diferentes a las imágenes conocidas de cada uno de ellos.

Por su parte, la cúpula también está decorada en su interior con frescos. Dividida en ocho sectores, cuatro de ellos tienen motivos ornamentales, mientras los otros presentan ángeles con elementos eucarísticos o propios de la adoración, como puede ser un incensario.

La Virgen del Rosario y los marrajos

Como se ha visto, las dos cofradías principales establecidas en el convento de Santo Domingo “pared con pared” eran la marraja y la del Rosario. También existían otras como la de la Aurora, si bien las que protagonizaban mayor número de actos de culto externo y contaban con más miembros eran las dos reseñadas.

A este respecto no debemos olvidar que la relación de ambas con la orden de Predicadores no era algo testimonial, sino que ésta dirigía espiritualmente la vida de los cofrades y que éstos debían contar con la aprobación de la Orden para sus planteamientos cotidianos (7). Por tanto, se puede hablar con naturalidad de la hermandad de estas cofradías, regidas por una misma dirección espiritual.

Pero mientras los marrajos contaban con la propiedad de su capilla, no era éste el caso de los del Rosario, por lo que con la Desamortización los del Nazareno pudieron permanecer en su ubicación y los del Rosario se vieron forzados a trasladar a su Titular, en ambas ocasiones (1822-1824 y a partir de 1835) a Santa María de Gracia, ocupando la capilla que había sido erigida a San Juan Nepomuceno (la actual capilla de la Virgen de Lourdes). Traslados que ser harían en procesión con toda solemnidad, “con asistencia de la ciudad y autoridades de la plaza y del departamento” (8).

Eso sí, mientras González y Huárquez escribe que la imagen de la Virgen del Rosario retornó a Santo Domingo tras su reapertura como templo castrense en 1880, Rubio Paredes (9) la sigue situando en Santa María de Gracia a comienzos del siglo XX.

En 2003 la Cofradía Marraja recibía de la familia Duelo la donación de una imagen de la Virgen del Rosario, que sería atribuida al escultor valenciano José Esteve Bonet (1741-1802). No conservaba el Niño Jesús, que sería realizado por Arturo Serra. Retomaba así la Cofradía una ligazón histórica con sus orígenes dominicos y con una devoción con la que compartiría no sólo origen, sino un largo camino conjunto, primero bajo la dirección espiritual de la Orden de Predicadores y después al compartir un espacio sagrado común.

Hoy, curiosamente, la Virgen de la Soledad preside la antigua capilla del Rosario, mientras que la del Rosario ocupa el espacio que en tiempos tuviera la Soledad en la capilla marraja. Retomado así el culto a la Virgen del Rosario por parte de los marrajos, que en múltiples ocasiones han tenido a esta imagen como motivo central de su altar del Corpus Christi, parece que un paso importante habría de constituirlo la potenciación de los cultos en su festividad, en el mes de octubre, quien sabe si incluso con la recuperación de la procesión que antaño recorriera las calles de la ciudad y que, probablemente tuviera al frente la cruz procesional que hoy es preciado patrimonio marrajo, la llamada “Cruz Reliquia” en la que la Soledad lleva un visible rosario al pie de la Cruz.

NOTAS:

(1) En el testamento “dispone que acompañe su cuerpo, una vez fallecido, con su crucifijo”Montojo, Vicente y Maestre de San Juan, FedericoLa Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) en los siglos XVII y XVIII. Página 22.
(2) Montojo y Maestre. Op. Cit. Págs. 21 y 26. Añaden, sobre el Vía Crucis que éste “está en perfecta consonancia con una tradición dominica que se remonta a principios del siglo XV, cuando el beato zamorano Álvaro de Córdoba construyó un Vía Crucis en la subida al Convento de Santo Domingo Escalaceli, en Monte Muriano, cerca de Córdoba”.
(3) Montojo y Maestre. Op. Cit. Pág. 24.
(4) De la Peña Velasco, ConcepciónEl Retablo Barroco en la Antigua Diócesis de Cartagena (1670-1785). Pág. 181.
(5) Montojo y Maestre, en La Cofradía de NPJN (Marrajos) durante la Edad Moderna mencionan también a las Cofradías de la Columnala Oración del Huerto y Cristo Crucificado.
(6) González y Huárquez, Manuel. Reseña Histórica del Convento de San Isidoro (Orden de Santo Domingo).
(7) En este sentido bastaría para hacerse una idea de la importancia de la dirección dominica la controversia generada en 1758 y 1759 y que reflejan Montojo y Maestre en La Cofradía de NPJN (Marrajos) durante la Edad Moderna (págs. 160-177).
(8) González y Huárquez. Op. Cit. Pág.13
(9) Rubio Paredes, José MaríaEl templo de Santa María de Gracia… Pág. 150


BIBLIOGRAFÍA:

DE LA PEÑA VELASCO, Concepción. El Retablo Barroco en la Antigua Diócesis de Cartagena (1670-1785). Ed. Asamblea Regional y otros. Murcia, 1992.
GONZÁLEZ Y HUÁRQUEZ, Manuel. Reseña Histórica del Convento e Iglesia de San Isidoro (Orden de Santo Domingo) de Cartagena. Cartagena, 1880.
LÓPEZ MARTÍNEZ, José Francisco. Una imagen de Gloria para la Cofradía Marraja. En Ecos del Nazareno 2003. Cartagena, 2003
MONTOJO MONTOJO, Vicente y MAESTRE DE SAN JUAN, Federico. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) de Cartagena en los siglos XVII y XVIII. Ed. Cofradía Marraja. Cartagena, 1999
MONTOJO MONTOJO, Vicente y MAESTRE DE SAN JUAN, Federico. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) durante la Edad Moderna. Ed. Cofradía Marraja. Cartagena, 2007
RUBIO PAREDES, José María. El templo de Santa María de Gracia de Cartagena heredero de la Catedral Antigua. Ed. Junta de Cofradías de Semana Santa de Cartagena. Cartagena, 1987

Publicado en 'Ecos del Nazareno' 2009

LA VERA CRUZ EN LAS PROCESIONES MARRAJAS


Cuando en 1959 los marrajos decidieron la configuración definitiva de la nueva procesión que pondrían en la calle cada Sábado Santo, optaron por dar el protagonismo en este día de luto a la Cruz de Cristo, mudo testigo de la Pasión que había finalizado y que debía culminar poco después con la Resurrección.

La procesión del Sábado Santo había sido autorizada tres años antes por el Obispo de la Diócesis, Ramón Sanahuja, con motivo de los cambios que había realizado en la Liturgia el Papa Pío XII y que habían tenido como consecuencia incluso el cambio de denominación de este día, hasta entonces conocido como Sábado de Gloria. Tradicionalmente se liga este cambio a la celebración del Concilio Vaticano II, cuando lo cierto es que se produjo años antes de que éste fuera convocado y con un papa diferente.

¿Por qué la Vera Cruz? La respuesta no es en modo alguno compleja. En los primeros años de esta procesión los marrajos optaron por recuperar para la misma aquellos tronos, aquellas imágenes, que tradicionalmente habían procesionado y que, por una u otra razón, habían dejado de hacerlo.

Siempre se ha considerado que la procesión de la Madrugada tenía un componente de escenificación en la calle (el Encuentro) que protagonizaban diversos tronos de una sola imagen. Lo cierto y verdad es que esa representación plástica de la Pasión con tronos de una sola imagen era también el discurso de la procesión del Santo Entierro, en la noche de Viernes Santo.

Desde que los marrajos recibieron el mandato episcopal de organizar las procesiones de Viernes Santo (1663), el cortejo del Santo Entierro escenificaba en las calles de Cartagena la comitiva que acompañaba al cuerpo muerto de Cristo. Junto a éste, junto al trono del Yacente, sus familiares y amigos, cada uno en su trono: Santa María Cleofé, Santa María Salomé, Santa María Magdalena, San Juan Evangelista y la Virgen de la Soledad y, como símbolo de la Pasión, el trono de la Vera Cruz.

No era de extrañar que en la conciencia colectiva marraja aún quedaran reminiscencias de aquellos protagonistas de su historia que habían dejado de procesionar.

La Soledad de la Virgen era la advocación histórica de la Virgen Marraja. Hasta 1880 no se incorporaría por primera vez una Dolorosa y por tanto la Soledad procesionaba en la Madrugada y la Noche. Era lógico que en esa procesión que rememora los momentos de luto anteriores a la Resurrección, una vez enterrado el Cuerpo de Cristo, la Soledad estuviera acompañada por el símbolo máximo del cristianismo, por el altar en el que Cristo había aceptado ser sacrificado para vencer a la muerte: la Cruz.

Así la Vera Cruz volvería a procesionar en Cartagena en 1959, junto a la Soledad de los Pobres y junto al grupo que desplazarían –a juicio de muchos de forma errónea- desde su ubicación inicial en la noche del Viernes Santo, el Santo Amor de San Juan. Y en idéntica dirección irían los pasos de la Agrupación de los Estudiantes cuando a comienzos de los setenta recuperara también para las procesiones marrajas a las Santas Mujeres (incomprensiblemente dejando fuera a Santa María Salomé y duplicando de forma innecesaria la presencia de la Soledad). Los marrajos no hacían sino atender a su propia historia.

Una historia en la que existen pocos testimonios acerca del aspecto de aquel trono de la Cruz. Si hemos de atender a lo que narra Vargas Ponce, probablemente la que procesionaron los marrajos durante el siglo XVIII sería aquella en la que había estado suspendido el cuerpo del Yacente, una imagen articulada que era desclavada durante los oficios del Viernes Santo en el Convento de Santo Domingo y que procesionaría en su propio trono. La cruz lo haría en el suyo. Sería esta una cruz de madera, probablemente arbórea, de la que se conserva a duras penas un testimonio gráfico: el que podemos ver en la única fotografía del grupo del Calvario que procesionó entre 1881 y 1895 y donde, tras éste, se perfila también el trono de la Vera Cruz en la iglesia de Santo Domingo. Como curiosidad, esta cruz lleva como remate el mismo “INRI” que, curiosamente, podemos ver años más tarde en la del antiguo Cristo de la Agonía, probablemente heredado por éste una vez que la Cruz había dejado de salir el Viernes Santo.

En sus primeros años en Sábado Santo tras su recuperación para las procesiones cartageneras, se mantendría esa misma tipología de cruz arbórea, en madera, junto a la que se hallaban otros signos de la Crucifixión y el Descendimiento, como un sudario y unas escaleras. Desfilaba entonces sobre el mismo trono de Prados López en que lo hacía la Agonía. Posteriormente sería sustituida por una cruz plana, también rematada por un sudario, ya sobre el trono de la Magdalena. Finalmente, reforzando su presencia simbólica más que narrativa, sería sustituida en 1988 por la actual, de metal labrado y obra de la Casa Villarreal.

Publicado en la revista 'Agonía' en 2009

LA MÚSICA DE LAS AGRUPACIONES MARRAJAS. III - AGRUPACIÓN DEL DESCENDIMIENTO


Resulta curioso que, con el impacto que la incorporación del Descendimiento produjo en la Semana Santa de Cartagena en 1930, no se tenga constancia de ninguna marcha dedicada al mismo hasta 1979, año en que Gregorio García Segura estrena ‘Descendimiento’, que dedicaría a esta agrupación marraja.

Aunque en otros muchos casos la prensa de la época informa de la composición de marchas con motivo de la llegada de nuevas imágenes a Cartagena y para la Cofradía (así sucede con el Yacente o la Piedad), no es, como digo, el caso del Descendimiento. Sin embargo la aseveración inicial se ha visto modificada hace unas semanas, al conocerse de la dedicatoria de una marcha compuesta por un músico cartagenero, José Miralles Alemán.

El pasado verano, una investigación llevada a cabo por el investigador José Manuel Ruiz García y por el director de la Banda de Música “Julián Cerdán” de Sanlúcar de Barrameda, José Antonio López Camacho, concluyó con el hallazgo de un impresionante fondo musical en el Archivo Histórico Municipal de Cádiz. En el mismo encontraron un centenar largo de partituras correspondientes a marchas de procesión, de autores de reconocido prestigio de los siglos XIX y XX. Algunos de esos músicos tuvieron una amplia vinculación con Cartagena, como es el caso de Alfredo Javaloyes López (1865-1944) o de Ramón Roig Torné (1849-1907).

Entre las partituras encontradas se halló una firmada por José Miralles Alemán titulada 'El Descendimiento' y dedicada a la "Real y Muy Ilustre Cofradía Marraja de Cartagena". Una partitura en la que no se puede distinguir a primera vista el año de composición y de la que no tenemos constancia de que hubiera sido interpretada en nuestra ciudad y de cuya existencia era desconocida para la Cofradía y la Agrupación del Descendimiento.

José Miralles Alemán fue un músico militar, perteneciente a una saga de músicos con origen en la localidad alicantina de Catral. Su tíos, Ginés y José Manuel fueron directores de la banda de música “La Constancia”, al igual que lo sería su padre, Juan Miralles Leal (1891-1979), quien, además ejerció como Director en Cartagena a comienzos de los años cuarenta, “en una Banda de Música organizada por la Obra Sindical de Educación”.

Al igual que José, su hermano mayor, Juan, sería músico militar. Ambos estuvieron destinados a comienzos de los años cincuenta en la Música del Regimiento de Infantería Sevilla nº40, con sede en Cartagena, Juan como saxofonista y José como trompeta. Mientras Juan permaneció en Cartagena hasta la desaparición de la referida unidad de música (1961) marchando luego a Barcelona, José Miralles marchó antes a un nuevo destino en el Gobierno Militar de Cádiz, localidad en la que ahora ha aparecido la marcha ‘El Descendimiento’.

Al parecer, no sería hasta el final de su carrera cuando compondría las marchas que conocemos de él hasta este momento. La más popular, ‘Nuestro Padre Jesús de los Afligidos’ está dedicada a la hermandad gaditana de este nombre en 1983. También para Cádiz compondría La Oración en el Huerto’ y ‘Nuestra Señora de la Confortación, ambas en 1989. En el reciente hallazgo en el Archivo Municipal de la ciudad andaluza ha aparecido otra marcha más de su autoría, titulada ‘Dios te Salve’. No sabemos la fecha de composición de ‘El Descendimiento’, si bien por lo que es posible adivinar en la partitura –dañada en el espacio que ocupa el año de composición- y por la época en que se escribe el resto de marchas de Miralles parece que podría ser de 1984.

Con esta pieza, que ya está incorporada al repertorio de la agrupación, son tres las que componen el patrimonio musical de la Agrupación del Santísimo Descendimiento de Cristo y paso de la Primera Caída.

Como se ha dicho, en 1979, se estrenaría ‘Descendimiento’, del músico cartagenero Gregorio García Segura (1929-2003). Una marcha característica de este tercio y que, incluso con el nuevo descubrimiento, sería la más antigua de cuantas posee.

Desde niño, Gregorio García Segura (Cartagena, 13 de febrero de 1929) se había movido en un ambiente musical, pues sus padres eran intérpretes de violín y piano. Aprendió en los Conservatorios de Cartagena y Madrid y fue alumno de reputados compositores, como Ramón Sáez de Adana y Ricardo Dorado Janeiro. Aunque destacó en la composición de canciones para intérpretes de todo tipo (desde Antonio Machín a Sara Montiel) o en la de bandas sonoras (con más de doscientos títulos en su currículo), ‘Descendimiento’ sería su primera marcha procesional.

El encargo para su creación le llegó a través del entonces Presidente del Descendimiento, Leonardo Bódalo Gabarrón en 1978, de cara a la celebración de las bodas de oro de la agrupación. Finalizada a comienzos del año siguiente, su estreno contó con la peculiaridad de no realizarse por una banda de música, sino por la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española. Se interpretó por vez primera en procesión el Viernes Santo de 1979, año en que la lluvia impidió que ésta culminara con normalidad, toda vez que tuvo que suspenderse cuando el tercio del Descendimiento se encontraba al comienzo de la calle del Carmen. La dedicatoria de esta marcha es la siguiente: "A Leonardo Bódalo Gabarrón y a la Agrupación del Santísimo Descendimiento (marrajos) en sus Bodas de Oro, con todo afecto y admiración".

Se trata de una marcha que, a juicio de los músicos, presenta cierta complejidad de interpretación, lo que no ha impedido que sea grabada en varias ocasiones.

La primera vez en que se pudo escuchar en soporte magnético fue en la cinta de casete editada por la propia agrupación en 1982, interpretada por la Banda del Patronato Musical Aguileño Francisco Díaz Romero. Nuevamente sería la propia agrupación la responsable de la que sería su segunda grabación, en la Antología Musical de la Semana Santa cartagenera, interpretada por la Banda de Música Sauces en 1990.

La Música del Tercio de Levante de Infantería de Marina sería la encargada de interpretarla en la grabación que, en 1996 fue editada a beneficio de la Fundación Marraja titulada ‘Semana Santa en Cartagena’. Con el mismo título aparecería otro cd publicado cinco años más tarde por la Banda Sinfónica de la Guardia Real que, igualmente incluiría la marcha ‘Descendimiento’.

Por último, en 2003, y con motivo del cd editado por la Agrupación de Nuestro Padre Jesús Nazareno se recuperaría la grabación de su primera interpretación por la Orquesta de RTVE, que se incluiría en el mismo junto a las marchas interpretadas por la Agrupación Musical La Unión.

Tras un largo paréntesis, en 1990 Gregorio García Segura volvería a componer una marcha de procesión, y lo haría nuevamente para la Agrupación del Descendimiento, para la Cofradía Marraja. El 22 de septiembre de ese año firma en Madrid a su terminación la marcha ‘Primera Caída', cuya dedicatoria vuelve a tener como protagonista al entonces Presidente del Descendimiento: “A Leonardo Bódalo Segura y a mi hermano Alfredo, ya que gracias a su perseverancia ha visto la luz esta marcha. A la Agrupación del Santísimo Descendimiento de Cristo y Paso de la Primera Caída (Marrajos), con toda mi admiración por el excelente trabajo que realizan por nuestra inolvidable Cartagena”.

En esta ocasión incluye también a alguien que es necesario mencionar, Alfredo García Segura (1927-2008), marrajo, del Descendimiento, recientemente fallecido y artífice de los muchos logros que en positivo ha experimentado en los últimos años la Cofradía Marraja, como coordinador musical de la misma que fue hasta su fallecimiento.

La marcha ‘Primera Caída’ no ha sido grabada aún en ningún soporte.

En la actualidad la Agrupación del Descendimiento es acompañada musicalmente por la Banda de Música Nuestra Señora del Pasico, de la Asociación Amigos de la Música, de Torre Pacheco. Una vinculación que se extiende a lo largo de los últimos años y que ha creado un importante vínculo entre la agrupación marraja y la asociación musical.

Anteriormente acompañaron al Descendimiento bandas como las del Maestro Ayala, la Cruz Roja o la antigua banda de música de Torre Pacheco.


BIBLIOGRAFíA:

- ALCARAZ PERAGÓN, Agustín: ‘Marrajos de la Agonía’. 2005.
- CARMONA RODRÍGUEZ, Manuel: ‘Un Siglo de Música Procesional en Sevilla y Andalucía’. 2000.
- ‘Castrum Altum’. Revista cultural de la Asociación de Investigadores Locales de Catral. Año II. Nº2.
- FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo: ‘Historia de la Música Militar de España’. 1999.
- GARCÍA SEGURA, Alfredo: “Músicos en Cartagena. 1995.
- LANZÓN MELÉNDEZ, Juan: ‘La Música en la Pasionaria Cartagenera’. 1991.
- LANZÓN MELÉNDEZ, Juan: ‘La Música en Murcia a partir de la Guerra Civil Española’. 2001.

Igualmente el agradecimiento por su colaboración a José Manuel Ruiz García, José Lillo Tormo, José Francisco Lillo Nieto y Andrés Hernández Martínez.

Publicado en 'Ecos del Nazareno' 2009