miércoles, 19 de octubre de 2011

LA VERA CRUZ EN LAS PROCESIONES MARRAJAS


Cuando en 1959 los marrajos decidieron la configuración definitiva de la nueva procesión que pondrían en la calle cada Sábado Santo, optaron por dar el protagonismo en este día de luto a la Cruz de Cristo, mudo testigo de la Pasión que había finalizado y que debía culminar poco después con la Resurrección.

La procesión del Sábado Santo había sido autorizada tres años antes por el Obispo de la Diócesis, Ramón Sanahuja, con motivo de los cambios que había realizado en la Liturgia el Papa Pío XII y que habían tenido como consecuencia incluso el cambio de denominación de este día, hasta entonces conocido como Sábado de Gloria. Tradicionalmente se liga este cambio a la celebración del Concilio Vaticano II, cuando lo cierto es que se produjo años antes de que éste fuera convocado y con un papa diferente.

¿Por qué la Vera Cruz? La respuesta no es en modo alguno compleja. En los primeros años de esta procesión los marrajos optaron por recuperar para la misma aquellos tronos, aquellas imágenes, que tradicionalmente habían procesionado y que, por una u otra razón, habían dejado de hacerlo.

Siempre se ha considerado que la procesión de la Madrugada tenía un componente de escenificación en la calle (el Encuentro) que protagonizaban diversos tronos de una sola imagen. Lo cierto y verdad es que esa representación plástica de la Pasión con tronos de una sola imagen era también el discurso de la procesión del Santo Entierro, en la noche de Viernes Santo.

Desde que los marrajos recibieron el mandato episcopal de organizar las procesiones de Viernes Santo (1663), el cortejo del Santo Entierro escenificaba en las calles de Cartagena la comitiva que acompañaba al cuerpo muerto de Cristo. Junto a éste, junto al trono del Yacente, sus familiares y amigos, cada uno en su trono: Santa María Cleofé, Santa María Salomé, Santa María Magdalena, San Juan Evangelista y la Virgen de la Soledad y, como símbolo de la Pasión, el trono de la Vera Cruz.

No era de extrañar que en la conciencia colectiva marraja aún quedaran reminiscencias de aquellos protagonistas de su historia que habían dejado de procesionar.

La Soledad de la Virgen era la advocación histórica de la Virgen Marraja. Hasta 1880 no se incorporaría por primera vez una Dolorosa y por tanto la Soledad procesionaba en la Madrugada y la Noche. Era lógico que en esa procesión que rememora los momentos de luto anteriores a la Resurrección, una vez enterrado el Cuerpo de Cristo, la Soledad estuviera acompañada por el símbolo máximo del cristianismo, por el altar en el que Cristo había aceptado ser sacrificado para vencer a la muerte: la Cruz.

Así la Vera Cruz volvería a procesionar en Cartagena en 1959, junto a la Soledad de los Pobres y junto al grupo que desplazarían –a juicio de muchos de forma errónea- desde su ubicación inicial en la noche del Viernes Santo, el Santo Amor de San Juan. Y en idéntica dirección irían los pasos de la Agrupación de los Estudiantes cuando a comienzos de los setenta recuperara también para las procesiones marrajas a las Santas Mujeres (incomprensiblemente dejando fuera a Santa María Salomé y duplicando de forma innecesaria la presencia de la Soledad). Los marrajos no hacían sino atender a su propia historia.

Una historia en la que existen pocos testimonios acerca del aspecto de aquel trono de la Cruz. Si hemos de atender a lo que narra Vargas Ponce, probablemente la que procesionaron los marrajos durante el siglo XVIII sería aquella en la que había estado suspendido el cuerpo del Yacente, una imagen articulada que era desclavada durante los oficios del Viernes Santo en el Convento de Santo Domingo y que procesionaría en su propio trono. La cruz lo haría en el suyo. Sería esta una cruz de madera, probablemente arbórea, de la que se conserva a duras penas un testimonio gráfico: el que podemos ver en la única fotografía del grupo del Calvario que procesionó entre 1881 y 1895 y donde, tras éste, se perfila también el trono de la Vera Cruz en la iglesia de Santo Domingo. Como curiosidad, esta cruz lleva como remate el mismo “INRI” que, curiosamente, podemos ver años más tarde en la del antiguo Cristo de la Agonía, probablemente heredado por éste una vez que la Cruz había dejado de salir el Viernes Santo.

En sus primeros años en Sábado Santo tras su recuperación para las procesiones cartageneras, se mantendría esa misma tipología de cruz arbórea, en madera, junto a la que se hallaban otros signos de la Crucifixión y el Descendimiento, como un sudario y unas escaleras. Desfilaba entonces sobre el mismo trono de Prados López en que lo hacía la Agonía. Posteriormente sería sustituida por una cruz plana, también rematada por un sudario, ya sobre el trono de la Magdalena. Finalmente, reforzando su presencia simbólica más que narrativa, sería sustituida en 1988 por la actual, de metal labrado y obra de la Casa Villarreal.

Publicado en la revista 'Agonía' en 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario