'Tribunal de Herodes' de la Archicofradía de la Sangre (Pedro Franco y Francisco Sánchez Tapia, 1864) |
La procesión es penitencia y sacrificio,
pero también es una catequesis plástica en la calle, una manera de narrar la
Pasión y Muerte de Cristo y conmover al espectador, especialmente tras el
Concilio de Trento (1545-1563) que da un nuevo enfoque a una celebración
pública de la Semana
Santa que en sus comienzos había tenido más énfasis sobre las
disciplinas y penitencias públicas.
Gran parte de la población no sabía leer,
y en cualquier caso, la Biblia no era un libro accesible que se tuviera en
casa. El papel de las cofradías adquiría pues una dimensión relevante como
transmisor de la crudeza de la Pasión a unos espectadores que asistían
sobrecogidos al desfilar de impactantes imágenes, que en cualquier caso, no
hacían sino ajustarse a los hechos acaecidos en Jerusalén en el siglo I.
Pero esa narración de la Pasión de Cristo
no tuvo la misma dimensión en todos los lugares en los que las procesiones
adquirieron, poco a poco, un notable protagonismo. En la mayor parte de
ciudades y pueblos en los que se constituyeron cofradías, éstas no planteaban
una coordinación de las escenas protagonizadas por sus Titulares que
posibilitara seguir un relato correlativo de los hechos, siendo, además,
contadas las excepciones en que –incluso con el paso de los años- una procesión
constituía un relato en sí mismo.
Sin embargo, en la Diócesis de Cartagena
se produce un curioso desarrollo de los acontecimientos a lo largo del Barroco,
puesto que en el siglo XVII se evoluciona desde una celebración mixta entre la
liturgia que se desarrolla en las iglesias y una escenificación en la calle del
Vía Crucis o del Entierro de Cristo, hacia una plasmación visual en una única
procesión de sucesivas escenas de la Pasión.
Los tronos acogen diversas escenas que,
muy probablemente, tuvieran su origen en esculturas realizadas para las
capillas de los Vía Crucis que se iban construyendo en muchas localidades y
así, el discurso narrativo de algunos cortejos penitenciales adquirió una relevancia
mucho mayor como catequesis plástica de los fieles.
Desde el Prendimiento en Getsemaní hasta el
cortejo del Yacente, muchas eran las opciones que tenían ante sí los cofrades
del Barroco y entre éstas, hasta cuatro procesos que tuvieron lugar para acabar
condenando a Muerte al Nazareno.
Tras ser conducido ante los Sumos
Sacerdotes Anás y Caifás, Jesús fue enviado al prefecto de Judea, Poncio Pilato
quien acabaría condenándole a muerte. Sin embargo, el Evangelio de San Lucas,
contempla que durante el proceso en el pretorio, Pilato envió a Jesús ante
Herodes Antipas, tetrarca de Idumea, Judea, Galilea y Perea, las cuatro partes
en las que Roma había dividido el antiguo reino de Herodes el Grande.
Herodes, a diferencia de Anás y Caifás,
no pareció interesado en condenar a Jesús, y tras burlarse de él, le remitió de
nuevo a Pilato.
“Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo
que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna
señal que él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió
nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con
insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse
de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato”. (Lucas 23, 8-11)
Los sucesivos procesos a Jesús de Nazaret
no están entre las escenas más representadas en la narrativa cofrade de la
Pasión, salvo su presencia ante Poncio Pilato, y en este caso sobre todo en el
momento de la condena a muerte, el llamado Ecce Homo, la primera de las
Estaciones del Vía Crucis.
Y del mismo modo, encontramos diversas
representaciones de los juicios religiosos de Jesús, ante Anás (como el
sevillano paso de la Bofetá de la Hermandad del Dulce Nombre que tiene su
origen en la antigua
Hermandad de la Bofetada que dieron a Cristo en casa de Anás,
del siglo XVI) o ante Caifás, con presencia incluso en la ciudad de Murcia
cuando se incorpora en 1897 a
la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón.
Pero cuando en 1864 la Archicofradía de
la Sangre incorpora el paso del Tribunal de Herodes, ésta no es en modo alguno
una representación común en la
Semana Santa española. Tan solo encuentro un precedente, el
que a finales del XVII da origen en Sevilla al paso del Señor del Silencio en el
Desprecio de Herodes, que realizó su primera estación de penitencia el Domingo
de Ramos de 1699 desde la parroquia hispalense de San Julián como paso de
misterio de la Hermandad de La Amargura.
El Tribunal de Herodes colorao era así
una interesante innovación en el discurso narrativo de la pasionaria murciana,
que en la tarde del Miércoles Santo veía reforzada la narración de la condena
de Cristo que ya venía escenificando desde 1696 con el paso del Pretorio
realizado por Nicolás de Bussy.
Y pese a su efímera presencia en el
cortejo colorao al ser sustituido en 1910 por el paso de Jesús en Casa de
Lázaro, aquel no fue el fin de la presencia de Herodes Antipas en la Semana Santa
española.
Manteniéndose el precedente sevillano,
tras la Guerra Civil
surgen nuevas representaciones del “Desprecio de Herodes” en varios lugares de
Andalucía. Es el caso de la ciudad de Huelva, en la que se funda en 1939 la
Hermandad de la Victoria (popularmente la del Polvorín ), cuyo
Titular es Nuestro Padre Jesús de la Humildad en el Desprecio de Herodes, una
imagen realizada en 1942 por Antonio León Ortega.
En 1955 procesionaba por vez primera la
Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Consuelo en el Desprecio de Herodes,
constituida un año antes en Jerez de la Frontera (Cádiz), cuyas imágenes fueron
realizadas por Francisco y Lutgardo Pinto Ruiz.
No sería hasta 1982 cuando volvamos a ver
incorporado un nuevo paso con esta iconografía, y en esta ocasión en la ciudad
de Córdoba, en la que ese año el gaditano Luis Ortega Bru talla la imagen de Nuestro
Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes, que vería completado su
grupo procesional en 1994 con imágenes de Manuel Téllez.
Hasta ese momento, la representación del
Tribunal de Herodes se circunscribía al ámbito andaluz, algo que rompía en 1985
la ciudad de Jumilla, que volvía a procesionar esta escena en nuestra región.
Aquel año se creaba la Cofradía de Jesús
ante Herodes, que encarga las imágenes que habrían de procesionar en el cortejo
jumillano del Miércoles Santo al cartagenero Jesús Azcoytia, quien tallaba las
tres imágenes que componen el paso.
El recorrido por la presencia de Herodes
Antipas y su desprecio a Jesús en la Semana Santa española nos devuelve a Sevilla,
puesto que la capital andaluza incorporó en 1991 un segundo grupo con este
momento iconográfico, el conjunto escultórico de Jesús ante Herodes de la
Hermandad de Jesús Cautivo del Polígono de San Pablo, una cofradía de vísperas
que en 2008 vio autorizada su Estación de Penitencia en la Santa Iglesia Catedral
Metropolitana de Sevilla. Este grupo, realizado por Luis Álvarez Duarte
completa el reducido número de representaciones que siguen manteniendo hoy en
España una iconografía que durante casi medio siglo fue parte del discurso
narrativo del Miércoles Santo murciano.
Publicado en la revista 'Los Coloraos' (Murcia, 2014)
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