viernes, 28 de junio de 2013

EN TORNO A LA APARICIÓN DE LA IMAGEN DE LA DOLOROSA EN SANTO DOMINGO

En 1956 (ó 1958, según la fuente), tras el retablo de la capilla marraja se dice que fue encontrada una imagen que, una década más tarde, y tras ser restaurada por el imaginero alicantino José Sánchez Lozano, fue atribuida por éste a Francisco Salzillo; una imagen que desde 1966 es procesionada cada Madrugada de Viernes Santo por la Cofradía Marraja: la de la Santísima Virgen Dolorosa.

Esconder una imagen tras el retablo tendría todo el sentido del mundo. Todos conocemos la destrucción del patrimonio artístico y religioso de Cartagena en 1936, al comienzo de la Guerra Civil. El 25 de julio de ese año fueron asaltadas la mayoría de las iglesias ubicadas en nuestra ciudad, con tan solo dos excepciones, una muy conocida, la de la Caridad, donde la intervención de Miguel Céspedes logró frenar la destrucción del templo de la Patrona. La otra, menos conocida, eso sí, la de la iglesia castrense de Santo Domingo.

Si consultamos el Acta de la Causa General de la Guerra Civil, los pormenores del juicio que tuvo lugar al término de la misma, podemos observar que Santo Domingo no fue asaltada en julio, sino que “simplemente” pasó a ser considerada a finales de septiembre como un almacén. Tratándose de una propiedad militar y no religiosa, no es difícil imaginar que los oficiales de la Armada tomaron alguna medida al respecto y que sólo tras el asesinato de éstos en el mes de agosto tuvo lugar la incautación de la parroquia castrense. En cualquier caso, y como atestigua el hecho de que se conservasen los retablos del templo y las imágenes de mayor tamaño, la ocupación de Santo Domingo no es comparable a la del resto de iglesias de la ciudad, en la que prácticamente todo cuanto en ellas existía fue destruido.

Del patrimonio existente en Santo Domingo tan solo desaparecieron las imágenes más pequeñas, las de devanadera, las de más fácil traslado. No hay constancia de su destrucción, pero es obvio que no estaban en el interior del templo al finalizar la contienda, con lo que es perfectamente posible que fueran escondidas, como también que hubieran sido vendidas a un mercado negro de obras de arte que aprovechó de forma incontrolada aquellos momentos de incertidumbre en España.

Santo Domingo contaba con espacios donde esconder con facilidad imágenes. Bajo su suelo existen varias criptas de gran tamaño, tanto en la capilla marraja como en la contigua del Rosario y bajo la nave central. Los espacios situados tras los retablos también se prestaban a ello, con lo que no es difícil imaginar que ante la posibilidad de salvar de la destrucción una imagen, alguna persona de sensibilidad religiosa o artística hubiera procedido a esconderla. Sin embargo, hay algunas incógnitas que no tienen tan fácil respuesta.

En el año 1880, la iglesia de Santo Domingo volvió a abrir al culto como parroquia castrense tras haber permanecido cerrada durante casi medio siglo, desde que en 1835 la Desamortización decretara el cierre del convento dominico. Como consecuencia de la cesión del templo a la Armada, ésta redacta un detallado inventario de todo lo existente en el templo, incluyendo también el patrimonio de los marrajos. Consultado éste en su documento original conservado en el Archivo de la Armada, no consta en ningún momento, la existencia de una imagen salzillesca de la Dolorosa.

Ese mismo año, la cofradía incorpora por vez primera una imagen bajo la advocación de la Dolorosa en la procesión de la calle de la Amargura, puesto que hasta ese momento la Soledad era la única imagen de la Santísima Virgen en las dos procesiones de Viernes Santo. El motivo no era otro que la cesión realizada por Dolores Ruiz, esposa de Manuel Ruiz de la Pezuela, Capitán General del Departamento de una imagen de esta advocación a la iglesia castrense, cesión en la que autorizaba a que los marrajos procesionaran dicha imagen. Esta talla, que podemos observar en alguna fotografía, no poseía tampoco los rasgos tradicionales de una Dolorosa salzillesca.

No existe pues constancia de que en ningún momento se ubicase en la iglesia de Santo Domingo una imagen que responda a las características de la Virgen Dolorosa, y resulta francamente complicado pensar que se hubiese llevado allí en plena Guerra una imagen de otra procedencia, algo que sí habría podido pasar años más tarde, para evitar que surgieran preguntas sobre el origen de una talla que hubiera llegado a manos de la cofradía y que, en cualquier caso, responde con total fidelidad a los cánones de una Dolorosa realizada por Francisco Salzillo.

Se suman a estos interrogantes, además, las más que curiosas leyendas que –sin base alguna- se han acuñado sobre la imagen, como considerarla un ángel, cuando es obvio que con total certeza se trata de una Dolorosa.

No es descartable, como digo, que como ha sucedido en algún otro lugar, la imagen tuviera un origen desconocido antes de ser recuperada y colocada al culto.

Sirva como ejemplo que en la ciudad de Murcia el convento de las Capuchinas acogió tras la Guerra una antigua talla de un Nazareno "de origen desconocido", una imagen que años más tarde pasó a formar parte de los desfiles procesionales de aquella ciudad bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. Años después se pudo constatar con total certeza que ésta había sido realizada por el escultor del siglo XVII Nicolás de Bussy y que hasta la Guerra Civil se encontraba al culto en la localidad de Bullas, de la que "desapareció" para nunca retornar. Hoy, eso sí, podemos seguir viéndola cada Viernes de Dolores en el seno de la procesión del Amparo de Murcia.

Como vemos, certidumbres y leyendas se congregan en torno a una imagen de gran devoción en Cartagena. Una imagen a la que Sánchez Lozano dio forma para sustituir –curiosamente- a la que es una de las más bellas obras salidas de sus manos, la “Virgen Guapa” que los marrajos procesionamos entre 1943 y 1965.


Publicado en la revista 'Soledad' en 2013

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