viernes, 28 de junio de 2013

350 AÑOS DEL VIERNES SANTO MARRAJO

En numerosas ocasiones, los marrajos hemos lamentado no contar con toda la información que quisiéramos conocer sobre nuestros orígenes, sobre cuándo y cómo se fundó la cofradía, sobre quiénes fueron sus fundadores y cómo transcurrieron los primeros años de aquellos devotos de Jesús Nazareno. Y si bien es cierto que hay aspectos esenciales que desconocemos y que probablemente nunca lleguemos a saber en su integridad, también es cierto que a lo largo de los últimos años se han ido encontrando y publicando diversos datos que hacen que hoy nuestro conocimiento del origen de los marrajos sea mucho mayor del que incluso creemos saber.

Hoy, parece asumido ya que el origen de la cofradía hay que fijarlo unas décadas después de la fundación en Cartagena en el año de 1580 del convento de San Isidoro, fundado por la Orden de Predicadores (Dominicos), que serían los impulsores y directores espirituales de la cofradía hasta 1835, cuando la Orden se vio obligada a cerrar el convento y abandonar la ciudad en el marco de la Desamortización que culminó dicho año.

En el convento de los dominicos no sólo residió la cofradía, sino que a éstos adquirió en propiedad la capilla que hoy seguimos dedicando al culto de nuestro Titular. Una capilla que limitaba, pared con pared, con la de la cofradía del Rosario, de la que –como se ha escrito en más de una ocasión- “heredamos” la organización de las procesiones de Viernes Santo.

Sabemos que en el año de 1663, el obispo Juan Bravo de Asprilla, que apenas llevaba unos meses al frente de la Diócesis de Cartagena encomendó a los marrajos que organizaran ambas procesiones de Viernes Santo, con lo que este 2013 conmemoramos 350 años como responsables de ambos cortejos procesionales, que tienen por tanto y en contra de lo que muchas veces pensamos, idéntica antigüedad en la cofradía.

Una investigación acerca del origen no sólo de las procesiones marrajas, sino del de la Semana Santa en Cartagena nos permite hoy saber algunos datos más con los que entender mejor cómo y por qué se produjeron dichos acontecimientos.

No hay datos sobre procesiones en Cartagena durante el siglo XVI. Había cofradías, sí, pero no eran penitenciales, y muy probablemente la celebración de la Semana Santa se limitaba a los oficios que tenían lugar en la Iglesia Mayor y, ya desde finales de dicho siglo, en los conventos que se fueron estableciendo en la ciudad. Aunque en algún caso se ha escrito –sin aportar datos concretos- de la posibilidad de que hubiera disciplinantes, no podemos entender dicho acto penitencial como una procesión.

Según los datos que hasta el momento he podido encontrar, estaríamos en condiciones de afirmar que la primera procesión de Semana Santa en Cartagena tuvo lugar el Viernes Santo de 1614 y que fue organizada por la Cofradía del Rosario. Dicha procesión debió seguir realizándose los años siguientes, y aunque la organización la asumía la mencionada cofradía –constituida en el convento dominico-, en la misma participaban diversos colectivos de la ciudad, entre los que a buen seguro, más de un año se contarían los primitivos marrajos, que acudirían al ejercicio de dicha procesión –un Vía Crucis- con la imagen de su Titular.

Parece también lógico creer, en este contexto, que la epidemia de peste que tuvo lugar en 1648 y que dejó diezmada la ciudad, supuso una interrupción de casi todas las actividades que acontecían en Cartagena, entre otras, las de la recién nacida Cofradía de NP Jesús Nazareno y las procesiones de la Semana Santa.

Pocos años más tarde, el 31 de julio de 1662, Juan Bravo, de sesenta años de edad, es nombrado Obispo de Cartagena, a donde llega procedente de León para iniciar uno de los mandatos más cortos que ha tenido un obispo en nuestra Diócesis, puesto que falleció el 17 de agosto de 1663, apenas unos días después de cumplirse un año de su nombramiento. Con todo, en ese breve período tomó una decisión que habría de pasar a nuestra historia, al aprobar el resurgimiento de nuestra cofradía y encomendarle las dos procesiones de Viernes Santo: la del Vía Crucis que tenía lugar en la mañana de ese día y que desde 1614 había organizado la cofradía del Rosario y también la del Santo Entierro, vinculada con toda seguridad a los oficios que ese día tenían lugar en el convento dominico, donde se realizaba el Desenclavamiento de un Crucificado que, articulado, era colocado más tarde en un sepulcro que, como trono, era llevado por los primitivos marrajos en procesión al anochecer.

Se cumplen pues, en este año, 350 desde que la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno organiza las procesiones de Viernes Santo, procesiones que han evolucionado y se han ampliado con el paso de los años, pero que conservan aún hoy idéntica motivación y sentido desde que en 1663 comenzaran su andadura.

Publicado en la revista 'Arriba el Trono' en 2013

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