Cuando en 1959 los marrajos
decidieron la configuración definitiva de la nueva procesión que pondrían en la
calle cada Sábado Santo, optaron por dar el protagonismo en este día de luto a
la Cruz de Cristo, mudo testigo de la Pasión que había finalizado y que debía
culminar poco después con la Resurrección.
La procesión del Sábado Santo
había sido autorizada tres años antes por el Obispo de la Diócesis, Ramón
Sanahuja, con motivo de los cambios que había realizado en la Liturgia el Papa
Pío XII y que habían tenido como consecuencia incluso el cambio de denominación
de este día, hasta entonces conocido como Sábado de Gloria. Tradicionalmente se
liga este cambio a la celebración del Concilio Vaticano II, cuando lo cierto es
que se produjo años antes de que éste fuera convocado y con un papa diferente.
¿Por qué la Vera Cruz ? La respuesta
no es en modo alguno compleja. En los primeros años de esta procesión los
marrajos optaron por recuperar para la misma aquellos tronos, aquellas
imágenes, que tradicionalmente habían procesionado y que, por una u otra razón,
habían dejado de hacerlo.
Siempre se ha considerado que la
procesión de la Madrugada tenía un componente de escenificación en la calle (el
Encuentro) que protagonizaban diversos tronos de una sola imagen. Lo cierto y
verdad es que esa representación plástica de la Pasión con tronos de una sola
imagen era también el discurso de la procesión del Santo Entierro, en la noche
de Viernes Santo.
Desde que los marrajos recibieron
el mandato episcopal de organizar las procesiones de Viernes Santo (1663), el
cortejo del Santo Entierro escenificaba en las calles de Cartagena la comitiva
que acompañaba al cuerpo muerto de Cristo. Junto a éste, junto al trono del
Yacente, sus familiares y amigos, cada uno en su trono: Santa María Cleofé,
Santa María Salomé, Santa María Magdalena, San Juan Evangelista y la Virgen de
la Soledad y, como símbolo de la Pasión, el trono de la Vera Cruz.
No era de extrañar que en la
conciencia colectiva marraja aún quedaran reminiscencias de aquellos
protagonistas de su historia que habían dejado de procesionar.
La Soledad de la Virgen era la
advocación histórica de la Virgen
Marraja. Hasta 1880 no se incorporaría por
primera vez una Dolorosa y por tanto la Soledad procesionaba en la Madrugada y la Noche. Era lógico que
en esa procesión que rememora los momentos de luto anteriores a la
Resurrección, una vez enterrado el Cuerpo de Cristo, la Soledad estuviera
acompañada por el símbolo máximo del cristianismo, por el altar en el que
Cristo había aceptado ser sacrificado para vencer a la muerte: la Cruz.
Así la Vera Cruz volvería a
procesionar en Cartagena en 1959, junto a la Soledad de los Pobres y junto al
grupo que desplazarían –a juicio de muchos de forma errónea- desde su ubicación
inicial en la noche del Viernes Santo, el Santo Amor de San Juan. Y en idéntica
dirección irían los pasos de la Agrupación de los Estudiantes cuando a
comienzos de los setenta recuperara también para las procesiones marrajas a las
Santas Mujeres (incomprensiblemente dejando fuera a Santa María Salomé y
duplicando de forma innecesaria la presencia de la Soledad). Los marrajos no
hacían sino atender a su propia historia.
Una historia en la que existen
pocos testimonios acerca del aspecto de aquel trono de la Cruz. Si hemos de atender
a lo que narra Vargas Ponce, probablemente la que procesionaron los marrajos
durante el siglo XVIII sería aquella en la que había estado suspendido el
cuerpo del Yacente, una imagen articulada que era desclavada durante los
oficios del Viernes Santo en el Convento de Santo Domingo y que procesionaría
en su propio trono. La cruz lo haría en el suyo. Sería esta una cruz de madera,
probablemente arbórea, de la que se conserva a duras penas un testimonio
gráfico: el que podemos ver en la única fotografía del grupo del Calvario que
procesionó entre 1881 y 1895 y donde, tras éste, se perfila también el trono de
la Vera Cruz
en la iglesia de Santo Domingo. Como curiosidad, esta cruz lleva como remate el
mismo “INRI” que, curiosamente, podemos ver años más tarde en la del antiguo
Cristo de la Agonía, probablemente heredado por éste una vez que la Cruz había
dejado de salir el Viernes Santo.
En sus primeros años en Sábado
Santo tras su recuperación para las procesiones cartageneras, se mantendría esa
misma tipología de cruz arbórea, en madera, junto a la que se hallaban otros
signos de la Crucifixión y el Descendimiento, como un sudario y unas escaleras.
Desfilaba entonces sobre el mismo trono de Prados López en que lo hacía la Agonía. Posteriormente
sería sustituida por una cruz plana, también rematada por un sudario, ya sobre
el trono de la
Magdalena. Finalmente , reforzando su presencia simbólica más
que narrativa, sería sustituida en 1988 por la actual, de metal labrado y obra
de la Casa
Villarreal.
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