miércoles, 19 de octubre de 2011

LOS MARRAJOS Y LA COFRADÍA DEL ROSARIO. DOS COFRADÍAS DOMINICAS EN CARTAGENA


En 1580 la Orden de Predicadores, los Dominicos, autorizaba la apertura de un convento de esta orden en la ciudad de Cartagena, tal y como había solicitado un año antes el Concejo de la ciudad. Un convento que quedaría finalmente establecido, finalizadas su construcción, en 1587. El establecimiento de los dominicos coincidiría en el tiempo con los de otras órdenes, como los agustinos o los franciscanos, cuya presencia dotaría de un notable impulso a la vida religiosa de la ciudad. El silencio que durante años ofreció el titular de la Diócesis a las reclamaciones del Concejo solicitando la apertura de nuevas iglesias o el envío de clérigos regulares con los que atender las crecientes necesidades espirituales de Cartagena se vería compensado así con la llegada de estos frailes.

Una consecuencia que se derivaría así mismo de la llegada de cada una de las órdenes religiosas serían los nuevas costumbres devocionales que éstas impulsarían, así como la aplicación de las bulas o privilegios que tenían concedidas y que vendrían a modificar algunos aspectos del proceder religioso de los cartageneros.

En el caso dominico, que es el que nos ocupa, hay que recordar que en 1208, en el monasterio de Prouilhe, en el sudeste francés, la Virgen se había aparecido a Santo Domingo de Guzmán, enseñándole el rezo del rosario, que portaba en sus manos. Ligada en origen por tanto esta oración a la Orden de los Dominicos, éstos se encargaron de su divulgación y consolidación. Así, en 1470, otro monje dominico, Alano de la Roche, establecería la estructura inicial del rezo del Rosario y fundaría en Douais (Francia) la primera cofradía con esta advocación mariana, cofradía matriz de la que partirían todas las que, a imagen de ella, se crearían por el mundo.

Un siglo más tarde, el 17 de diciembre de 1569, Pío V, papa dominico que sería posteriormente proclamado santo, promulgó la bula ‘Consueverunt Romani Pontífices’ por la que daba al rezo del rosario la forma que ha perdurado hasta nuestros días. Tres años después, el 5 de marzo de 1572, el mismo papa, mediante la bula ‘Salvatoris Domini’, instituía el 7 de octubre como la fiesta de la Virgen de la Victoria o del Rosario, ligando así esta festividad a la victoria que ese día había tenido lugar, bajo la protección de la Virgen, en la Batalla de Lepanto.

Serían esas fechas muy inmediatas, como estamos viendo, a la creación del convento dominico de Cartagena. Años en los que el culto a la Virgen del Rosario había adquirido una extensión notable, que había derivado en la creación de cofradías con el patronazgo de la Virgen en esta advocación. Así fue el caso de Cartagena, donde, en la única parroquia de la ciudad, la de la Asunción o Catedral Antigua, se constituyó una Cofradía del Rosario.

Con la llegada de los dominicos, éstos reclamaron para sí, en función de lo dispuesto por San Pío V, la dirección espiritual y el control de la cofradía mencionada, por lo que ésta se desplazaría a una nueva sede en el convento de la Orden de Predicadores.

La Cofradía del Rosario (llamada también en origen de la Victoria) existía en Cartagena desde mediados del siglo XVI. Vicente Montojo y Federico Maestre de San Juan, cuyos estudios resultan fundamentales para una aproximación histórica a la Cartagena Moderna publican que en 1559 existe constancia del testamento de un vecino de la ciudad, llamado Antón Ros en el que es mencionada esta cofradía (1).

La Cofradía del Rosario se crearía, con toda seguridad, en la iglesia Mayor, en la que existía una imagen de esa advocación. Igualmente, dan cuenta Montojo y Maestre (2) de que tal y como recoge la Crónica del Convento de San Diego, en 1614, la Cofradía del Rosario iniciaría el Vía Crucis en la ciudad, entendiéndose éste en un concepto similar al de las procesiones de Semana Santa.

Trasladada, como se ha dicho al convento dominico, algunos hechos nos dan cuenta del potencial de esta cofradía y de la importancia concedida al culto de la Virgen del Rosario por los dominicos. Así, la capilla del Rosario se encontraba en construcción en 1631, finalizándose su retablo en 1650, siendo obra del artista albaceteño Miguel Filipo (3). Sirva como dato que el retablo del altar mayor no se finalizaría hasta cuatro décadas después, en 1691, por Ginés López e Ignacio Caro (4). El retablo marrajo habría de esperar casi un siglo, hasta 1730.

Como se ha visto, la Cofradía del Rosario sería la iniciadora de las procesiones de Viernes Santo, si bien, a comienzos del XVII, es decir, poco después de la fecha dada como inicial, existirían también otras que participaron en dichas procesiones (5), todo ello hasta que en 1663 la Cofradía Marraja recibe del Obispo Juan Bravo el mandato de organizar las procesiones de Viernes Santo.

La Cofradía del Rosario no abandonaría, en ningún caso, su responsabilidad en la divulgación del Santo Rosario y en el culto a su Titular, celebrando todas las noches una sencilla procesión con cruz y dos faroles rezando el Rosario y, una vez al año, tal y como describe González y Huárquez, el llamado popularmente “Rosario Largo”:

“Fuera de estos días salía también en la misma forma con la Virgen del Rosario todos los años en la madrugada y noche del día ocho de septiembre. A esta procesión se la llamaba vulgarmente del rosario largo, y había en ella la particularidad de que en vez de cirios se llevaban faroles. Delante iba una preciosa cruz de cristal de grandes dimensiones, conteniendo en su interior once luces; y junto al trono de la Virgen cuatro grandes faroles, de forma artística, dos de quince luces cada uno y los otros de trece; y dos de figura piramidal, a estilo de torres”. (6)

La capilla del Rosario en Santo Domingo

Como se ha indicado, junto a la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la capilla del Rosario es una de las dos más destacadas del templo conventual. En origen, fue la más considerable, tanto por sus dimensiones como su decoración, sintomáticas de la relevancia espiritual que desarrolló la cofradía con el respaldo de la orden dominica.

En 1822 los dominicos, al comienzo del proceso desamortizador que se desarrolló en España al iniciarse el siglo XIX y que tan lesivo resultó para el patrimonio cartagenero, hubieron de abandonar el templo y el convento. En ese momento venderían el retablo del altar mayor a la parroquia de la localidad de San Javier. Cuando retornaron dos años más tarde, el de la capilla del Rosario sería trasladado al presbiterio del templo, por ello, quedó desplazado de su ubicación original y se perdió irremisiblemente por el derrumbe que esa parte del templo tuvo durante los años en que estuvo abandonado (1835-1875) y que derivarían en una reconstrucción, ya como parroquia castrense, para su apertura en 1880, cuando se levantaría la actual cúpula del crucero y el ábside en su totalidad.

Sí se conservan los frescos en la cubierta de la capilla actual, rematada por una cúpula. En sus pechinas podemos ver a los cuatro dominicos que han sido elegidos papa a lo largo de la historia:

El beato Inocencio V, que sería el primero de ellos y que tan sólo ocuparía la silla papal cinco meses en 1276, Benedicto XI, también beato y que sería papa entre 1303 y 1304, San Pío V (1566-1572) y por último Benedicto XIII (1724-1730) al que no hay que confundir con el llamado Papa Luna, que se atribuiría el mismo nombre.

Estas pinturas reflejan en los cuatro casos una imagen idealizada de los pontífices con sus atributos papales (todos ellos tienen junto a sí una tiara) pero en ningún caso obedecen a un retrato pormenorizado de éstos, siendo notablemente diferentes a las imágenes conocidas de cada uno de ellos.

Por su parte, la cúpula también está decorada en su interior con frescos. Dividida en ocho sectores, cuatro de ellos tienen motivos ornamentales, mientras los otros presentan ángeles con elementos eucarísticos o propios de la adoración, como puede ser un incensario.

La Virgen del Rosario y los marrajos

Como se ha visto, las dos cofradías principales establecidas en el convento de Santo Domingo “pared con pared” eran la marraja y la del Rosario. También existían otras como la de la Aurora, si bien las que protagonizaban mayor número de actos de culto externo y contaban con más miembros eran las dos reseñadas.

A este respecto no debemos olvidar que la relación de ambas con la orden de Predicadores no era algo testimonial, sino que ésta dirigía espiritualmente la vida de los cofrades y que éstos debían contar con la aprobación de la Orden para sus planteamientos cotidianos (7). Por tanto, se puede hablar con naturalidad de la hermandad de estas cofradías, regidas por una misma dirección espiritual.

Pero mientras los marrajos contaban con la propiedad de su capilla, no era éste el caso de los del Rosario, por lo que con la Desamortización los del Nazareno pudieron permanecer en su ubicación y los del Rosario se vieron forzados a trasladar a su Titular, en ambas ocasiones (1822-1824 y a partir de 1835) a Santa María de Gracia, ocupando la capilla que había sido erigida a San Juan Nepomuceno (la actual capilla de la Virgen de Lourdes). Traslados que ser harían en procesión con toda solemnidad, “con asistencia de la ciudad y autoridades de la plaza y del departamento” (8).

Eso sí, mientras González y Huárquez escribe que la imagen de la Virgen del Rosario retornó a Santo Domingo tras su reapertura como templo castrense en 1880, Rubio Paredes (9) la sigue situando en Santa María de Gracia a comienzos del siglo XX.

En 2003 la Cofradía Marraja recibía de la familia Duelo la donación de una imagen de la Virgen del Rosario, que sería atribuida al escultor valenciano José Esteve Bonet (1741-1802). No conservaba el Niño Jesús, que sería realizado por Arturo Serra. Retomaba así la Cofradía una ligazón histórica con sus orígenes dominicos y con una devoción con la que compartiría no sólo origen, sino un largo camino conjunto, primero bajo la dirección espiritual de la Orden de Predicadores y después al compartir un espacio sagrado común.

Hoy, curiosamente, la Virgen de la Soledad preside la antigua capilla del Rosario, mientras que la del Rosario ocupa el espacio que en tiempos tuviera la Soledad en la capilla marraja. Retomado así el culto a la Virgen del Rosario por parte de los marrajos, que en múltiples ocasiones han tenido a esta imagen como motivo central de su altar del Corpus Christi, parece que un paso importante habría de constituirlo la potenciación de los cultos en su festividad, en el mes de octubre, quien sabe si incluso con la recuperación de la procesión que antaño recorriera las calles de la ciudad y que, probablemente tuviera al frente la cruz procesional que hoy es preciado patrimonio marrajo, la llamada “Cruz Reliquia” en la que la Soledad lleva un visible rosario al pie de la Cruz.

NOTAS:

(1) En el testamento “dispone que acompañe su cuerpo, una vez fallecido, con su crucifijo”Montojo, Vicente y Maestre de San Juan, FedericoLa Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) en los siglos XVII y XVIII. Página 22.
(2) Montojo y Maestre. Op. Cit. Págs. 21 y 26. Añaden, sobre el Vía Crucis que éste “está en perfecta consonancia con una tradición dominica que se remonta a principios del siglo XV, cuando el beato zamorano Álvaro de Córdoba construyó un Vía Crucis en la subida al Convento de Santo Domingo Escalaceli, en Monte Muriano, cerca de Córdoba”.
(3) Montojo y Maestre. Op. Cit. Pág. 24.
(4) De la Peña Velasco, ConcepciónEl Retablo Barroco en la Antigua Diócesis de Cartagena (1670-1785). Pág. 181.
(5) Montojo y Maestre, en La Cofradía de NPJN (Marrajos) durante la Edad Moderna mencionan también a las Cofradías de la Columnala Oración del Huerto y Cristo Crucificado.
(6) González y Huárquez, Manuel. Reseña Histórica del Convento de San Isidoro (Orden de Santo Domingo).
(7) En este sentido bastaría para hacerse una idea de la importancia de la dirección dominica la controversia generada en 1758 y 1759 y que reflejan Montojo y Maestre en La Cofradía de NPJN (Marrajos) durante la Edad Moderna (págs. 160-177).
(8) González y Huárquez. Op. Cit. Pág.13
(9) Rubio Paredes, José MaríaEl templo de Santa María de Gracia… Pág. 150


BIBLIOGRAFÍA:

DE LA PEÑA VELASCO, Concepción. El Retablo Barroco en la Antigua Diócesis de Cartagena (1670-1785). Ed. Asamblea Regional y otros. Murcia, 1992.
GONZÁLEZ Y HUÁRQUEZ, Manuel. Reseña Histórica del Convento e Iglesia de San Isidoro (Orden de Santo Domingo) de Cartagena. Cartagena, 1880.
LÓPEZ MARTÍNEZ, José Francisco. Una imagen de Gloria para la Cofradía Marraja. En Ecos del Nazareno 2003. Cartagena, 2003
MONTOJO MONTOJO, Vicente y MAESTRE DE SAN JUAN, Federico. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) de Cartagena en los siglos XVII y XVIII. Ed. Cofradía Marraja. Cartagena, 1999
MONTOJO MONTOJO, Vicente y MAESTRE DE SAN JUAN, Federico. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos) durante la Edad Moderna. Ed. Cofradía Marraja. Cartagena, 2007
RUBIO PAREDES, José María. El templo de Santa María de Gracia de Cartagena heredero de la Catedral Antigua. Ed. Junta de Cofradías de Semana Santa de Cartagena. Cartagena, 1987

Publicado en 'Ecos del Nazareno' 2009

1 comentario:

  1. Estimado Agustín:
    Llego hasta su blog por casualidad y me gustaría, si no le molesta, hacerle una consulta a propósito de Cartagena y relacionada con una investigación que estoy llevando a cabo para mi tesis doctoral. Dado que no he visto un modo de contactar con Vd., ¿le importaría, por favor, enviarme un mail (raquelsiguenza@msn.com), o bien dejarme un mensaje en mi blog (http://cuadrosparaunaexposicion.blogspot.com/).
    Muchas gracias y disculpe las molestias
    Un saludo,
    Raquel Sigüenza

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