Cuando
el pasado año la Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la
Caridad incorporaba a sus desfiles procesionales a la Santísima Virgen del
Rosario en sus misterios dolorosos no sólo incrementaba su patrimonio
devocional y artística, sino que posibilitaba a sus cofrades y a cuantos
reciben la fuerza de su mensaje catequético una de las más antiguas
advocaciones marianas, cargada de Fe, y de historia. Vayamos atrás en el
tiempo.
Paolo Veronese. La Batalla de Lepanto (1572. Galería de la Academia de Venecia). Se puede observar a la Virgen velando por los cristianos durante la batalla. |
7
de octubre de 1571. Extremo occidental del Golfo de Corinto, en el Mar Jónico, entre
la Grecia continental y el Peloponeso. Al norte, un pequeño espacio se abre
bajo la ciudad de Ναύπακτος (Neupactos): el Golfo de Lepanto.
A
las siete de la mañana, se avistan dos inmensas flotas. La turca, mandada por Müezzinzade
Ali Paşa (que aquí sería conocido como Alí Pachá), reunía 210 galeras y 87
galeotas con un total de 120.000 hombres a bordo (50.000 soldados, 15.000
tripulantes, 55.000 galeotes). Sus órdenes eran claras: Selim II, Sultán del
Imperio Otomano, les había ordenado salir al encuentro de la flota cristiana,
combatirla y derrotarla.
Frente
a ellos, al oeste, los navíos de la Liga Santa : 328 buques de guerra, entre ellos 227
galeras y 76 fragatas con 98.000 hombres en su interior. Al mando de todos
ellos, Don Juan de Austria. Su objetivo no era otro que poner freno al
expansionismo turco por el Mediterráneo, y así, unía las fuerzas de España, los
Estados Pontificios, las Repúblicas de Venecia y Génova, el Ducado de Saboya y
la Orden de Malta.
La
batalla es inminente y será cruenta. Los navíos de la Liga Santa tienen más
piezas artilleras, pero los otomanos cuentan con otras armas, como las flechas
envenenadas que se aprestan a disparar sus arqueros. Para los cristianos, la
ayuda divina es una de sus máximas “á tal
que Dios nuestro Señor nos ayude en la santa y justa empresa que llevamos”.
Se
inicia un combate que durará todo un día, un domingo –primer domingo de
octubre- en el que la Orden de Predicadores (los Dominicos) celebran a la Santísima Virgen
del Rosario. Un día en que las tropas de la Liga Santa son
acompañadas espiritualmente desde Roma, donde el papa San Pío V (dominico) ha
convocado a las gentes a acompañarle en el rezo público de un rosario en la
Basílica de Santa María la Mayor.
Al
anochecer de aquel 7 de octubre, la Batalla de Lepanto presencia sus últimas
escaramuzas. Los cristianos han obtenido una rotunda victoria. Sus bajas: 40
galeras y 7.600 hombres. Los turcos pierden 60 navíos y 30.000 hombres. Son
apresados 190 barcos otomanos y se libera a 12.000 cautivos cristianos,
apresando a 5.000 “infieles”.
Es
el mayor triunfo naval de la Armada
Española. Una contundente victoria, de la
que uno de los soldados que pelearon en el Golfo de Lepanto, herido en un brazo
en dicha batalla, el gran Miguel de Cervantes dijo que era: “la más memorable y alta ocasión que vieron
los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
Una
victoria sin paliativos, atribuida además a la intermediación de la Virgen, ante
lo que se incorporó una nueva letanía al rezo del Rosario, al nominar a la
Virgen como “Auxilio de los Cristianos”, y declarando en lo sucesivo al primer
domingo de octubre como el de la Virgen de las Victorias. Una festividad que,
dos años más tarde, en 1573, Gregorio XIII fijaría en el 7 de octubre como día
de la Santísima
Virgen del Rosario.
La
repercusión en todo el mundo católico fue enorme, y a ella contribuyó de forma
notable la Orden
Dominica , pero sobre todo la devoción popular que la acompañó
y que hizo que surgieran entonces nuevas cofradías del Rosario. También en
nuestra Diócesis.
En Cartagena,
la Cofradía del Rosario, existente desde 1559 adquiere nueva relevancia, a
partir de 1579, ya con control dominico, cinco años después de que –según el
documento más antiguo que se conoce- surgiera en 1574 la Cofradía del Rosario
en Lorca, sumándose a la cofradía murciana, existente desde tiempo atrás.
Así,
la Virgen del Rosario es una de las más antiguas y seguidas advocaciones marianas,
Auxilio de los Cristianos, Reina del Santo Rosario. Una Virgen que
gana batallas para la Fé y que es fiesta universal para toda la Iglesia desde
1716, cuando el papa Clemente XI le atribuyó, una vez más, un trascendental
apoyo para una victoria contra los otomanos, en este caso a la que obtuvo el
ejército imperial austriaco en la Batalla de Petrovaradin en Temesvár (actual Timisoara,
en Rumanía) en el marco de la
III Guerra austro-turca.
Publicado en la revista 'Rosario Corinto' (Murcia) en 2014