La
mañana del 28 de marzo de 1614 partía del convento dominico de San Isidoro, en la calle Mayor de
Cartagena, un cortejo penitencial organizado por la Cofradía del Rosario; una
procesión que probablemente hiciera estación de penitencia en la Iglesia Mayor (la antigua Catedral
cartagenera) para marchar a continuación hacia el arrabal de San Diego, de cuyo
convento franciscano partía un Vía Crucis de doce estaciones hacia la ermita de
Santa Lucía. Era la primera procesión de la calle de la Amargura, la primera de
esas cuatrocientas mañanas de Viernes Santo en que Cartagena ha podido
conmemorar plástica y devocionalmente el recorrido de Jesús Nazareno por la Vía Dolorosa.
Todo
había comenzado unos meses antes, el 13 de diciembre de 1613, cuando Fray
Jerónimo Planes, guardián del convento de los franciscanos descalzos de San
Diego, ideó la construcción de un Vía Crucis desde su convento a la ermita de
Santa Lucía. Un Vía Crucis que ya por aquel entonces era una práctica de
oración difundida por los franciscanos –custodios de Tierra Santa- y que según
las medidas que hicieron para el Padre Planes debía contar con una distancia
similar a la que separaba el convento que habían establecido en 1606 los
franciscanos reformados y la ermita que se situaba en el Zaraiche, en un paraje
agrícola situado al sudeste de la ciudad con una amplia tradición religiosa que
había sobrevivido al paso de los siglos y las culturas. Y es que en aquellas
tierras fértiles, por aquel entonces aún prácticamente despobladas, habían
establecido los romanos un templo dedicado a Júpiter Stator en los albores de
nuestro tiempo. Y allí habían continuado peregrinando los cartageneros que,
apenas reconquistada la ciudad en el siglo XIII, vieron como se erigía en el
paraje de la fuente de San Juan un monasterio agustino.
Aquella
“tierra santa”, en la que los sastres construyeron una ermita a su patrona,
Santa Lucía, en 1602, era pues tierra de peregrinaje, y de devoción ancestral,
y aquel fue el destino de un Vía Crucis que ideó Fray Jerónimo Planes y del que
la crónica del convento de San Diego establece con total detalle quién costeó
cada una de sus capillas. ([1])
Doce, porque en aquellos años ese era el número de estaciones que componían el
Vía Crucis.
Unas
capillas que se establecieron con rapidez, la que permitió que apenas tres
meses después, cuando Fray Jerónimo Planes fue a predicar los oficios a Santa
Lucía encontrara aquel cortejo que realizaban los del Rosario, un cortejo que
se convertía así en la primera procesión de la madrugada o mañana de Viernes
Santo.
La
Cofradía del Rosario había nacido en Cartagena en torno a 1559, y dos décadas
después se trasladó al convento de los dominicos, toda vez que según una
disposición del papa Pío V –dominico-, esta orden habría de reclamar que todas
las cofradías de la Virgen del Rosario estuviesen bajo su dirección.
No
existen datos sobre procesiones en Cartagena en el siglo XVI, ni sobre
cofradías que tuvieran esta finalidad en sus cometidos. Habría de ser a partir
del impulso recibido por las cofradías tras finalizar el Concilio de Trento
(1563) cuando aparecen las primeras referencias escritas, que nos permiten
saber que en 1613 la Cofradía del Rosario organizaba la procesión del Santo
Entierro, que sería así la más antigua –en contra de lo que se suele afirmar-
de Cartagena. Pero no sabemos si nació ese año o lo hizo con anterioridad.
Lo
que sí sabemos es que en 1614, hace cuatrocientos años, salió por vez primera
la procesión de la Calle de la Amargura entre el convento dominico y Santa
Lucía. Una procesión que rememoraba el recorrido del Nazareno por la Vía Dolorosa. Una
procesión que, tras quedar interrumpida su organización por la epidemia de
peste de 1648, volvería a salir en 1663 aunque ya, desde ese año, organizada
por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Son
cuatrocientas mañanas de Viernes Santo para una Cartagena que hoy, sigue
transformando cada año ese amanecer en el epicentro devocional de la Semana Santa. Una
Semana Santa que este 2014 vivirá el IV Centenario de la segunda de sus
procesiones en antigüedad. Una procesión que, como no podía ser de otra manera,
se hizo muy pronto marraja y como tal sigue hoy siendo el referente de la
Pasión en Cartagena.
Publicado en 'Madrugada' en 2014
FOTOGRAFÍA: Antigua postal de la Dolorosa (Marrajos). Foto Sáez
[1] “Hoy, día de
Santa Lucía, siendo guardián del convento de San Diego en Cartagena Fr.
Gerónimo de Planes, se mide la distancia que hay desde el compás de dicho
monasterio hasta la ermita de Santa Lucía; y viendo que es exactamente en piés
geométricos, la que marca el ritual para el Calvario, se acuerda por algunas
personas piadosas el repartirse las ermitas para edificarlas á su costa; siendo
estas la mujer de Pajares, que se comprometió á costear la primera en la punta
del compás; Diego Bienvengud Rosique, la segunda, y Félix Cortés Romano, el
Cristo que está en ella; la tercera, la mujer de Puerta; la cuarta, D. Juan
Bienvengud; la quinta, los congregantes de la Iglesia mayor por ofrecer esta
mucho gasto, pues hay que rellenar un gran hoyo y ensanchar el camino; la sexta,
Ginés Ruiz; la séptima, los pescadores;
la octava, queda á cargo de los pobres; la novena, al de los tenderos; la
décima, al del P Pedro Beta; la oncena, al de los hermanos de la orden tercera,
y el Calvario se encargaban de hacerlo los cofrades del Rosario, á cuyo cargo
estaba el hacer la procesión del Entierro de Nuestro Señor Jesucristo el
Viernes Santo.” (Martínez Rizo, Isidoro. Fechas y Fechos de Cartagena,
1894)
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