Siempre
hemos escuchado que La Agonía nació en 1929 en el seno de la Asociación de
Hijos de María del Patronato. En realidad, quizá sería más adecuado decir que
la Asociación de Hijos de María asumió a partir del año siguiente una nueva
función con su participación en la procesión del Viernes Santo, y que muy
probablemente, en los primeros años de nuestra existencia no deberíamos hablar
de una estructura o un devenir agónico diferenciado y totalmente independiente
de la citada asociación.
Y
es que aunque resulten determinantes en los libros de historia, no debemos caer
en el error de pensar que las fechas fundacionales supusieron una configuración
completa de la vida interna de las agrupaciones, pues éstas evolucionaron poco
a poco hasta adquirir, con el paso de los años, muchos de los rasgos que hoy
caracterizan a cada una de ellas haciéndola única e inigualable.
Del
mismo modo, no debemos olvidar que en los primeros años, no sólo debía
configurarse la personalidad de cada agrupación, sino que la misma existencia
de éstas era una novedad en el seno de la cofradía, y que también ésta debía
avanzar en el nuevo modelo existente, que la hizo más participativa, más
abierta y numerosa en el número de sus miembros.
Aquellos
jóvenes iniciaron un camino que habría de llevar a nuestra agrupación a
constituirse como una de las más señeras de nuestra Semana Santa. Un camino en
el que es de justicia reconocer la existencia de dos períodos extensos y muy
marcados, aquellos que nos definieron como hoy somos: las presidencias de
Wenceslao Tarín y de José Ramón, sin cuya eficaz dirección es imposible conocer
la personalidad actual de los marrajos de la Agonía.
Tarín, el hombre de la cofradía
Desde
el comienzo, la cofradía buscó integrar a los jóvenes patronateros en su estructura,
“hacerlos marrajos”. Tal y como nos contó por escrito Santiago Mediano, lo hizo
en un principio emplazando a tres de sus comisarios: José Barberá y los hermanos
Manuel e Ignacio Ramón en el seno de la agrupación. Manuel
Ramón se convertiría, poco después, en el segundo de nuestros
presidentes.
Aquellos
jóvenes debían ser un grupo de amigos, compacto, unido por una forma común de
ver las cosas. Por su parte, la cofradía, una vez finalizada la Guerra Civil ,
continuó su proceso de integración de las agrupaciones en su estructura, para
lo que en muchos casos siguió destinando a algunos de sus comisarios como
presidentes de las mismas.
Wenceslao
Tarín Ruiz (1907-1972) fue elegido presidente de La Agonía al finalizar la Semana Santa de 1940,
sin que en aquel momento formara parte de la agrupación. Contaba
con tan solo 33 años, pero a esa edad ya había acumulado un más que notable
currículo en la cofradía.
Hijo
de una familia acomodada (su padre era notario), a los 17 años ya era
Secretario de la Cámara de Comercio, y antes de la Guerra había sido penitente
de la Soledad, miembro de la Agrupación de Granaderos y, en 1930, fundador de
la Agrupación del Descendimiento, de cuya junta directiva fue Secretario, un
cargo que también desempeñaría más tarde en la cofradía.
Aunque
probablemente fuera el hecho de no ser elegido presidente del Descendimiento el
que le llevara a la Agonía, lo cierto es que se integró en nuestra agrupación
desde el primer momento y que ya, desde entonces, fue un agónico más,
desarrollando una muy fructífera labor en la más larga de las presidencias que
hemos tenido.
Durante
32 años, hasta su fallecimiento, presidió La Agonía, que comenzaba a crecer
como agrupación marraja. Durante el mandato de Tarín se diseñarían además
algunos de nuestros rasgos más característicos, además de incorporar el
patrimonio más destacado.
Desde
el primer momento de su presidencia, no sólo se repone lo desaparecido en la Guerra Civil , sino
que se suman otros muchos cambios. La agrupación adopta un nuevo nombre (Santa
Agonía en lugar de La Agonía), incorpora nuevos colores de su vestuario: los
que desde entonces la han caracterizado (blanco y morado), enriquece su patrimonio
gracias al mecenazgo de Juan Magro y se consolida en el seno de la cofradía
marraja. Se instituye el Día de la Agrupación el Jueves Santo y se crea un
nuevo tercio, el de la Vera
Cruz.
Especialmente
significativa resultaría la incorporación a partir de 1950 de una imagen de la
Virgen a los pies del Cristo, primero con la Dolorosa que procesionaba también
en la procesión del Encuentro (la “Virgen
Guapa ”) y a partir de 1964 con la Virgen de la Amargura,
donada por el propio Tarín en recuerdo de su hija, fallecida el año anterior.
Junto
al espíritu entregado y austero de los fundadores, la Agonía es ya una
agrupación marraja de Semana Santa, madura y con una notable presencia en el
devenir diario de la
cofradía. Se emprenden medidas que, con el tiempo, serán
determinantes en el desarrollo de la actividad ordinaria de los agónicos, como
la financiación mediante la venta de lotería o la organización de obras de
teatro. Se apela, en suma, al compromiso y a la rectitud de los agónicos, a su
trabajo y a su buen hacer en la vida cotidiana y en el desfile.
Wenceslao
Tarín falleció, siendo presidente de la Agrupación de la Santa Agonía y Vera
Cruz el 31 de diciembre de 1972.
José Ramón, o la vuelta a los orígenes
El
cambio de régimen político en España y una más que notable crisis económica
caracterizaron la década de los setenta del pasado siglo. Una década que en
nuestra agrupación culminaría con la elección en 1979 de José Ramón Ballesta
como presidente.
Se
abría una nueva etapa, y José Ramón, hijo de quien fuera presidente entre 1931
y 1940, aunaba en su persona todos los factores que marcarían algunas líneas
maestras de su presidencia: era agónico de segunda generación y había vivido el
sentimiento marrajo y agónico desde niño. Era, además, el primer presidente de
la agrupación que a su llegada al cargo tenía amplia experiencia como directivo
de la misma (durante tres décadas) y había sido penitente y vara del tercio.
Alumno
del Patronato e Hijo de María, su formación posterior como ingeniero contribuía
a que tuviera también un más que notable conocimiento de las cuestiones
técnicas, algo que pudo aplicar también al conjunto de la cofradía, en la que
durante muchos años fue Comisario General Técnico.
La
presidencia de José Ramón se extendió a lo largo de dieciocho años, en los que
se produjeron notables aportaciones al patrimonio de la agrupación y a su
crecimiento, especialmente con la creación del tercio de la Condena de Jesús,
que posibilitó la incorporación de la mujer a los desfiles procesionales de la misma. Sin embargo,
quizá el rasgo más característico de este período es el esfuerzo realizado –y
conseguido- por recuperar los lazos con los orígenes de la Agonía, que a medida
que las generaciones iban sucediendo a aquellos que sentaron las bases de su
creación, iban quedando atrás.
Así,
las Juntas Generales volvieron a celebrarse en el Patronato, que acogió también
las celebraciones del Día de la Agrupación cada Jueves Santo. El Cristo de la
Agonía se situó al culto, primero en la capilla del Cuartel de Instrucción
–donde había residido la primitiva imagen fundacional de la agrupación- y
posteriormente en la capilla del Patronato, además de instituirse cada tarde de
Sábado de Pasión el Traslado solemne de la imagen de nuestro Titular.
Procesionista
del Año en 1990, autor de diseños de numerosos bordados, entre ellos los
estandartes de los tercios de la Condena de Jesús y la Vera Cruz , bajo su
mandato hubo notables incorporaciones al patrimonio agónico, pues además de
todo cuanto supuso poner en la calle el tercio de la Condena, se logró por vez
primera la existencia de un trono propio para la Vera Cruz , además de
renovar la Cruz que lo preside. Se ampliaron y mejoraron los hachotes de la
Agonía, se renovó completamente el sistema de iluminación del trono de la
Agonía, se compusieron las marchas ‘La Condena de Jesús’ y ‘La Vera y Santa
Cruz’,…
Pero,
como digo, sus años como presidente permitieron, sobre todo, que la Santa Agonía del
siglo XXI pudiera crecer sin olvidar sus raíces, sin dejar de honrar los
principios que hace 84 años dieron origen a nuestra agrupación.
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