La música es un
elemento esencial en la
Semana Santa de Cartagena. Las marchas no sólo solemnizan el
paso de nuestras procesiones y constituyen un valioso patrimonio artístico de
agrupaciones y cofradías, sino que además tienen la extraordinaria facultad de
permitirnos disfrutar de ellas en cualquier momento del año, en que sus
compases nos trasladan a las calles de nuestra ciudad y nos hacen revivir
momentos que permanecen en nuestra memoria.
A lo largo de
decenas de años –más de un siglo ya-, el acervo musical de las cofradías se ha
ido forjando con un buen número de marchas propias, compuestas para nuestras
imágenes, agrupaciones y tercios, como así mismo por otras muchas piezas que,
no siendo compuestas para Cartagena, se han hecho con un hueco en el patrimonio
musical de nuestras procesiones. Muchas de estas marchas se conservan, otras,
por el contrario, han ido quedando en el olvido y tan sólo conocemos su
existencia mediante referencias de prensa o de antiguos documentos que nos
relatan la Semana Santa
que fue.
Pues bien, en
ese impresionante archivo musical de nuestras cofradías, ninguna agrupación
reúne tantas marchas en su patrimonio como la de San Pedro Apóstol, que desde
su fundación a nuestros días conserva –que conozcamos- un total de ocho marchas
propias, a las que hay que sumar, además, alguna marcha foránea que no es por
ello menos sampedrista que las que fueron dedicadas a ella.
Ocho marchas
son un número más que destacado, que como digo no alcanza ninguna otra
agrupación cartagenera. Y posiblemente haya alguna más, porque sería de lo más
lógico pensar que en la brillantísima etapa compositiva que vivió nuestra
ciudad a finales del XIX y comienzos del XX surgiera alguna otra marcha
dedicada al primer pontífice, imagen de gran raigambre no sólo por su
participación en la magna procesión del Prendimiento, sino por el concurrido
traslado que, mucho antes de convertirse en 1930 en procesión, protagonizaba
cada Martes Santo desde el Arsenal.
Un traslado
que, además, y esta es una cuestión relevante, era el día de estreno para las
marchas que cada año incorporaba la Música del Tercer Regimiento de Infantería
de Marina fueran o no dedicadas a San Pedro. Por ello, antes de que conozcamos
marchas dedicadas a esta agrupación, sí que nos consta que otras, dedicadas a
agrupaciones marrajas o californias eran interpretadas ante el trono de San
Pedro en Martes Santo, siendo estrenadas antes que con aquellas agrupaciones que
eran sus ‘destinatarias’. (1)
Una marcha que
sí se conserva y que, aunque no conocemos su dedicatoria, muy probablemente
fuera estrenada ante San Pedro es la que lleva por título ‘Pasionaria’, obra del
que fuera consiliario californio Andrés Hernández Soro. Éste, hijo de Julio Hernández
Costa, era como su padre un hombre de inquietud cultural y amplia actividad que
le llevó, sin ser músico, a componer alguna marcha de procesión. Hernández
Soro, editor de la revista “Cartagonova” fue asesinado a comienzos de la Guerra Civil. Su
marcha se conserva en el archivo de la Música de Infantería de Marina del
Tercio de Levante sin que haya sido interpretada en las últimas décadas.
En lo relativo
a San Pedro, es muy probable que músicos de la relevancia de Ramón Roig o
Jerónimo Oliver, que dirigieron la Música del Tercer Regimiento de Infantería
de Marina (Tercio de Levante) le compusieran alguna marcha, como sabemos que
hicieron en calidad y cantidad, pero desconocemos la existencia de ninguna
anterior a las primeras documentadas, a finales de los años cincuenta.
Porque habría
de ser 1957, año en que la Agrupación de San Pedro celebraba sus “Bodas de
Plata”, el que diera lugar a las dos primeras que conocemos, ambas de idéntico
nombre: ‘San Pedro Apóstol’, compuestas por Eduardo Lázaro y Alberto Escámez.
Aunque las
fechas de estreno de las mismas varían según la fuente consultada, parece que
la primera de ellas vendría a ser la del músico cartagenero Eduardo Lázaro
Tudela titulada como digo ‘San Pedro Apóstol’ y cuya fecha
vendría a ser la de 1958. Lázaro Tudela había sido durante muchos años
componente de la Música de Infantería de Marina, optando a un puesto de
director que consideraba debía asignársele, por lo que cuando no fue así,
renunció a su pertenencia a la misma. Comenzó una larga trayectoria al frente de
diversas bandas de nuestro entorno geográfico, tiempo en el que también compuso
algunas marchas, no en un número elevado, pero sí todas ellas de calidad. La
que dedicó a San Pedro fue grabada en tan solo una ocasión, en la doble cinta
magnética editada en 1990 por la agrupación marraja del Descendimiento.
Un año más
tarde, si hemos de fiarnos de la fecha que se le atribuye, encontramos la
segunda marcha denominada ‘San Pedro Apóstol’, en este caso
obra de un músico muy notable en otro ámbito, como fue Alberto Escámez López,
por aquellos años director de la Unión Musical
Torrevejense. Escámez, andaluz de nacimiento, fue durante
muchos años músico en Málaga, donde desarrolló una gran labor al frente de la
Banda del Real Cuerpo de Bomberos, en un período en el que es considerado como
el músico que instauró el actual planteamiento de las bandas de cornetas y
tambores. Sin embargo, tras su llegada a Torrevieja abandonó dicho género y se
pasó al de la marcha de banda de música, de las que tan solo compuso tres, una
de ellas, la que nos ocupa. Una marcha que fue grabada en una ocasión, en la
cinta de casete editada en 1982 por la Agrupación de San Pedro.
Durante tres
décadas no conocemos ninguna otra marcha sampedrista, hasta que en 1993 un
músico cartagenero destacado en un panorama compositivo ajeno a las bandas, Gregorio García Segura
estrenaba ‘Las Tres Negaciones de San Pedro’, la única de las
composiciones de este prolífico autor de bandas sonoras cinematográficas
dedicada a una agrupación california, pues sus otras tres marchas las dedicó a
su cofradía, la marraja.
Y no sería la
única marcha que San Pedro incorporó en los noventa, pues cuatro años más
tarde, en 1997, Benito
Lauret Mediato, cartagenero y director de las Orquestas
Sinfónicas de Madrid o Asturias entre otros lugares, firmaba una marcha de
amplia connotación marinera y gran calidad, ‘Las Llaves del Reino’,
que pasaba a ser la cuarta de las composiciones del patrimonio propio de los
sampedristas.
Y ya en el
siglo XXI llegaron las cuatro siguientes. La primera de ellas, con un nombre
claramente inspirado en la aparición de Cristo a San Pedro cuando éste se
disponía a abandonar Roma huyendo de una persecución a los cristianos a los que
finalmente no dejaría solos, tuvo por nombre ‘Quo Vadis, Domine’ y fue
compuesta por Jesús Añó Martínez en 2002. Añó, músico valenciano de amplia
formación, entró en 1976 a
formar parte de la Música de Infantería de Marina, y desde finales de los
noventa dirige también en el ámbito civil en Torre Pacheco.
En 2004,
Alfonso Fernández Martínez, mayordomo californio y en los últimos años el más
prolífico compositor de la
Semana Santa cartagenera estrenó una marcha cuyo nombre forma
parte del más hondo sentimiento sampedrista desde hace décadas: ‘La
Samaritana’. Sería la primera de tres composiciones dedicadas a esta
agrupación, pues en años siguientes sumó a ésta ‘Arrepentimiento de San Pedro’
(2005) y ‘Pedro Marina Cartagena’ (2007), la que cierra –de momento- el
amplio número de marchas en el patrimonio propio de los sampedristas. Una
marcha que, además, tuvo una cuidada descripción en la revista Tiara del
año 2007, cuando el propio autor relata que ésta incluye los primeros compases
del himno vaticano (Pedro), el metal y la madera (Marina) y una melodía inspirada
en Cartagena.
Pero
sería un grave error limitar un somero repaso al sonido de San Pedro sin
incluir la referencia a una marcha que no fue compuesta en Cartagena ni para
nuestras procesiones. Una marcha que, sin embargo, es con toda probabilidad la
primera que nuestro recuerdo vincula al paso de penitentes y trono de San
Pedro. Me refiero, como no, a ‘¡Mektub!’ la más conocida de las
composiciones realizadas por el músico militar guipuzcoano Mariano San Miguel
Urcelay, quien la publicó en su propia revista (Harmonía) en 1925.
‘¡Mektub!’ es San Pedro, aunque no sea
sólo San Pedro. Se interpreta en otros muchos lugares (es, por ejemplo, la
marcha más representativa de la
Semana Santa de Tobarra, Albacete) y se ha grabado casi
cuarenta veces en múltiples provincias de España. Su nombre, ‘mektub’ es una
exclamación árabe que viene a significar “estaba escrito” y muy probablemente
deriva de la experiencia de San Miguel como músico militar en las contiendas
del norte de África. Como curiosidad, el platillo con el que comienza su
interpretación en Cartagena es una incorporación propia, pues no figura en la
partitura original, pero “es necesario” para que la marcha discurra con el
compás al que desfilamos en nuestra ciudad, es decir –simplificando- para que
empiece con el redoble.
Ocho
marchas propias y una acogida y emblemática que, como digo, sitúan a la agrupación
california de San Pedro Apóstol como la que más patrimonio musical atesora, y
que invitaría a ésta a editar alguna vez una publicación sonora con tan amplio
repertorio. Lo esperamos ansiosos.
NOTAS:
(1) –
Es el caso, por ejemplo, de ‘Cristo Yacente’, obra de Julio
Hernández Costa dedicada en 1926
a la citada imagen marraja con motivo de su llegada a
Cartagena y estrenada el Martes Santo en el traslado de San Pedro.
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