martes, 8 de junio de 2010

EL MENSAJE DE LAS HIJAS DE JERUSALEM

“Hijas de Jerusalem. No lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.”
(San Lucas)

Juan González Moreno era un hombre culto, un estudioso, un perfecto conocedor de la técnica y del significado de la obra de arte. Sus viajes a Italia en 1949 y 1952, así como su estancia en París en 1955 (en pleno proceso creativo de las Hijas de Jerusalem) le permiten conocer de primera mano la obra de los retratistas clásicos, el tratamiento que éstos hacen de la figura humana y del mensaje divino. Todo ello posibilita la realización del paso que nos ocupa en un punto álgido de la carrera del de Aljucer: el encargo recibidido en 1954 y entregado en 1956 a la Archicofradía de la Sangre del grupo de las Hijas de Jerusalem.

Interpreta González Moreno el fragmento del Evangelio de San Lucas en un paso compuesto por cinco figuras, Jesús acompañado por el cirineo, dos mujeres y un niño. La escena es de una tremenda fuerza compositiva, pero sobre todo, de un acertadísimo diseño de cara a transmitir el mensaje para el que fue concebido, el mensaje que el mismo Cristo transmite en Su Pasión.

El paso de procesión no es una escultura religiosa sin más. El autor ha de saber componer formas y expresiones para una adecuada contemplación de la obra desde una óptica situada por debajo del grupo, que, además irá en movimiento. Ello implica la multiplicidad de la situación del espectador, y un mayor compromiso artístico para obtener la perfección del resultado. Pero al mismo tiempo, la procesión no es una exposición itinerante. La procesión tiene un mensaje religioso, catecumenal. Se trata de conmover e implicar al espectador en la contemplación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Hacerle partícipe de la misma.

Mediado el siglo XX, la situación de España no es la misma que cuando en tiempos de Contrarreforma, desde el Concilio de Trento se impulsa el concepto procesional de acuerdo a una concepción muy concreta del hecho religioso. Sin embargo, no hay que olvidar que el Régimen establecido en el Gobierno de España en los años 50 contribuye de forma consciente al aliento de las manifestaciones religiosas, incluso cargadas de un cierto dramatismo.

El pasaje del Evangelio de San Lucas que se representa es explícito cuando recrea las palabras de Jesús: No lloréis por mí, hacedlo por vosotras y por vuestros hijos. ¿Por qué por vuestros hijos? Porque Cristo no se refiere a las mujeres que haya en su camino como personas concretas, sino como símbolo de toda la Humanidad. Jesús no habla, no lo hace casi nunca, sobre aspectos pasajeros, sino que dirige Su mensaje al conjunto de los hombres, de los hijos de Dios. Y cuando lo hace, cuando incluye en dicho mensaje a ‘vuestros hijos’ salta la limitación temporal, se dirige a todos los hombres de todos los tiempos, a los que lloramos la Muerte de Cristo y celebramos su Resurrección.

Por eso siempre me ha impresionado la figura del niño de las Hijas de Jerusalem. Porque ese niño somos todos nosotros. Lo mismo los que fundaron la Archicofradía que los que les sucedieron. Los que encargaron el grupo mediado el siglo XX y los que lo hemos descubierto más tarde. A todos nos representa, por nosotros es por quien lloran, siguiendo las palabras de Jesús, las Hijas de Jerusalem.

De la maestría de González Moreno parte esta realización escultórica del hecho religioso, una representación que, por otra parte, alcanza similitudes a lo largo de la Historia del Arte en otras muchas representaciones en las que una figura de un niño ha querido representar al pueblo, como es el caso, que debió conocer González Moreno, del Augusto de Prima Porta, en la que el Emperador, revestido de todo el poder de su rango y luciendo insignias militares, tiene junto a él un niño, en representación del pueblo de Roma.

Conjuga por tanto González Moreno el conocimiento de la Historia del Arte con la perfección en el tratamiento del mensaje religioso. Conjuga en su obra dos planos claros, el místico, el divino, el de Jesús que cae bajo el peso de la Cruz y el humano, representado por ese cirineo que ensimismado mira a Jesús mientras le ayuda a cargar la Cruz, por las mujeres que contemplan la escena y por ese niño que, más que ofrecer ayuda, la demanda extendiendo su mano hacia el Cristo.

Jesús gira la cabeza, rompe el plano divino y se introduce en el humano. Es Dios, pero también es hombre, es el nexo de unión que muriendo como un hombre nos salvará a todos. A esas mujeres les dice que no lloren por El. El va a Resucitar. Al tercer día reconstruirá el templo. Pero nosotros lo hemos perdido. Nosotros tendremos que vivir en Su mensaje, pero nunca más le tendremos en carne. Llorad por vosotras y por vuestros hijos.

Publicado en 2005 en la revista 'La Tertulia Nazarena', de Murcia

FOTOGRAFÍAS: Manuel Maturana Cremades

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