martes, 8 de junio de 2010

LAS ATRIBUCIONES EN LAS IMÁGENES DE PROCESIÓN

A lo largo de la historia del Arte, los escultores no han tenido casi nunca en consideración la posibilidad de llevar un adecuado registro documental de su obra, merced al cual conocer con exactitud cuando realizaron determinadas imágenes que, con el tiempo, se han visto sometidas a las más curiosas atribuciones.

El desconocimiento real de la autoría, la cesión o donación por parte de un tercero sin que se tenga conocimiento del origen o la pérdida de documentos o datos sobre un pasado no siempre lejano son algunos de los motivos a los que podemos atribuir la etiqueta del anonimato que pesa sobre muchas de las imágenes que procesionan a lo largo y ancho de la geografía española.

En muchos otros casos, el prestigio de otro autor, no siempre acompañado del desconocimiento del real, ha llevado a atribuir tallas a quien de esa forma ha visto aumentada su nómina de imágenes hasta extremos prácticamente imposibles de recopilar.

En Murcia, tierra devota de Salzillo y el salzillismo hasta un extremo superlativo, atribuir la firma del maestro a cualquier imagen era sinónimo inmediato de prestigio y nivel no ya tanto para la obra, sino, y quizá es lo que con ello se buscaba, para quien la encargara o la procesionara, sirviendo para este verbo la conjugación en tiempo pasado, pero también en presente de indicativo.

Algunas atribuciones, que a fuerza de repetirse y escribirse en todo tipo de publicaciones tienen un amplio currículo documental que las avala, no se sostienen con la simple aplicación de la más elemental lógica, o el mínimo esfuerzo investigador. Vayamos al grano.

En Cartagena, cuyos ejemplos conozco en mayor profundidad, encontramos uno de los ejemplos más llamativos. Durante décadas se ha venido escribiendo que todos los pasos de la procesión del Miércoles Santo eran de Salzillo, “excepto el San Pedro, que era de Roque López”. La simple contemplación de la imagen puede indicar que el estilo no parece para nada el del principal de los seguidores de Salzillo, sino que nos remonta a algunas décadas anteriores en la historia de la imaginería regional. Más curioso es aún leer que “los destajistas de jarcias del Arsenal se incorporan en 1755 a la Cofradía California para procesionar la imagen de su patrón San Pedro”, imagen que, a diferencia de las demás que se incorporan al desfile de los encarnados no se documenta, y en la que todos los indicios conducen a pensar que estaba realizada en ese momento. Sin irnos más atrás, alguien podía haber pensado que en 1755 Roque López cumplió ocho años, edad con la que parece bastante obvio que no realizó San Pedro alguno.

Sin salir de Cartagena, durante décadas, incluso antes de la Guerra Civil, el antiguo Cristo del Penal que procesionaba como Cristo de la Agonía con los marrajos se atribuyó a Martínez Montañés. Cualquier análisis somero de la obra descarta de inmediato esa autoría. Más recientemente, y ya desgraciadamente sobre fotos, Belda lo atribuye a Salzillo, hipótesis más acertada a mi entender que la de Montañés, evidentemente, pero con incógnitas no resueltas, como la excesiva desnudez y la agitación del paño de pureza, impropias del carácter y la obra del murciano.

En tiempos recientes “aparecía” de la noche a la mañana otro Salzillo, el Cristo de la Misericordia, que su propietario, vecino de Murcia, atribuye sin ningún género de dudas al genio del XVIII, pero las dudas que genera son muchas, y siempre para descartar la antigüedad de esa talla.

Tampoco Murcia es ajena a estas curiosas atribuciones. Durante muchos años, el Cristo del Perdón se adjudicó, sin más, a Nicolás Salzillo. Aunque en esta materia, el record absoluto lo tiene, por una simple mala lectura de documentos, la atribución del Nazareno de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús a Rigusteza, que es además buena muestra de lo que pasa con estas publicaciones cargadas de inexactitudes que tanto se prodigaron hace unos años. Basta consultar una de ellas para, reproducida ahora, perpetuar tiempo después cuestiones que hace tiempo han sido descartadas.

Más complejo aún es el caso Dupart-Salzillo que afecta a más de una imagen de la Semana Santa murciana. Si lo primero es complejo de demostrar, por la ausencia de firma o documentación, lo segundo parece claramente inexacto, si bien ponerlo en cuestión es poco menos que solicitar un exilio forzoso ante la vehemencia de la defensa de la autoría del afamado maestro por algunos incondicionales, que creen que así ayudan a prestigiar imágenes que tienen en sí mismas el valor devocional y artístico suficiente sin necesidad de artificio alguno.

En otros casos, la investigación ha deparado sorpresas, como es el caso de la Virgen de las Angustias de Cehegín “afamada pieza” de Roque López hasta que en su paso por el Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma apareció la demostración documental en su interior de la autoría de Marcos Laborda.

Como éstos podríamos encontrar muchos más casos de atribuciones curiosas, y sin embargo, aún son más las imágenes que aparecen indebidamente como anónimas (más en iglesias que en Cofradías) porque nunca nadie se tomó molestia de investigar o reivindicar la memoria de otros escultores que, sin ser de primera línea, dotaron a nuestra Diócesis de imágenes más que dignas. Todos, los unos y los otros, deben tener su sitio en la Historia del Arte.

Publicado en la revista 'La Tertulia Nazarena' (Murcia) en 2006

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