martes, 8 de junio de 2010

GONZÁLEZ MORENO Y LA SEMANA SANTA DE CIEZA

Entre las obras más destacadas del rico patrimonio escultórico de la Semana Santa ciezana, se cuentan algunas de quien, sin lugar a dudas, ha sido el más destacado artista murciano del siglo XX, Juan González Moreno (1908-1996).

Sería sin embargo injusto con este genial escultor circunscribir su obra a la imaginería religiosa, e incluso a la Semana Santa. Por encima de su faceta imaginera, el de Aljucer fue un escultor que trabajaría todo un repertorio de obras de temática profana en los más diversos materiales además de algunos de los mejores grupos religiosos en madera policromada que nunca se han hecho.

Y en esta materia, Cieza puede presumir que fue para esta ciudad para la que González Moreno realizaría la primera de sus obras de procesión, el Cristo de la Agonía de la cofradía homónima en 1940. Con esta talla, que aúna un naciente estilo propio del autor con los rasgos propios de la llamada Escuela Murciana de la que aún no se había distanciado, se iniciaría una larga carrera que culminaría –en materia de procesión- también con destacadas obras para la Semana Santa ciezana, como las de la Aparición de Jesucristo a María Magdalena, para la Cofradía del Descendimiento de Cristo y Beso de Judas, o el Ecce Homo para la Cofradía de San Juan, ambas en 1972. Entre medias, toda una escenificación plástica de la Pasión de Cristo y una enorme evolución artística.

Su profunda religiosidad, su formación académica y sus viajes por lugares como Roma o París marcarían las pautas de una forma de entender la imagen procesional que conjuga la carga religiosa, el mensaje a transmitir, con un absoluto dominio de la técnica y un conocimiento exhaustivo de la iconografía y del tratamiento que los más grandes artistas de la Historia habían dado a cada una de sus obras.

Desde sus inicios como estudiante de dibujo en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia en 1923 o su paso por el taller del imaginero murciano Miguel Martínez un año después, González Moreno demostraría unas cualidades muy superiores a cualquiera de sus coetáneos.

Pero lo que distinguirá la formación del autor es su posibilidad de abrir sus miras, de salir del cerrado círculo artístico local, remiso a cualquier innovación, y viajar y conocer las más destacadas obras. Todo ello junto a una cuidada formación académica que perfecciona en esos años iniciales como estudiante de escultura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde entre otros conocerá a uno de los autores que ejercería en él notable influencia, José Capuz.

Pero antes de que pudiera desarrollar toda su potencialidad, la Guerra Civil vendría a dejar una notable huella en quien, pese a su juventud, tuvo que asumir el importante papel de salvaguardar en cuanto pudo el patrimonio artístico murciano recopilando en la Catedral cuantas obras pudo salvar.

Acabada la Guerra, volverá a Madrid, y en 1948 y 1952 tendrá la oportunidad de viajar a Italia, conociendo de primera mano lo más granado de la historia del Arte. Junto a estos viajes, el que hará a París en 1955 le posibilitará un conocimiento más amplio de otros estilos, de otras corrientes más vanguardistas.

Y todo ese conocimiento, esa maestría, no solo quedaría reflejada en su obra, sino en una faceta docente que ejercería, hasta su jubilación, como profesor y director de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia y como Académico de Bellas Artes de San Fernando.

ECCE HOMO. Cofradía de San Juan. Cieza (1972)

“Salió pues Jesús fuera. Llevaba sobre su cabeza la corona de espinas y sobre sus hombros
el manto de púrpura. Pilato se lo presentó con estas palabras:
- ¡Este es el hombre!” (Jn 19, 5)

Ecce Homo. Este es el hombre. Y González Moreno no se limita a traducir del latín la expresión de Poncio Pilato sino que tiene perfectamente claro que no está mostrando una escena de la Pasión sino que presenta a Cristo Rey, con los atributos que los soldados romanos habían empleado para burlarse de El. La corona de espinas, el cetro, el manto. El oro y la púrpura que definen no sólo a quien es rey, sino a quien es, por encima de todo un Dios que se ha hecho hombre. Ecce Homo es también la expresión que bien podría haber dicho el Padre al presentar a Su Hijo a la humanidad. Es Dios, pero es el Hombre. Con mayúsculas.

Cuando González Moreno emprende la talla de la imagen ciezana han pasado treinta años desde que realizara su anterior representación de este momento evangélico, el Pretorio jumillano de 1942. Y la evolución del autor ha sido grande. Sus viajes a la misma cuna de la cultura clásica, Roma, y a la ciudad que alberga las grandes corrientes renovadoras, París, han marcado una línea muy diferente del joven que realizara el mencionado grupo o el Cristo de Medinaceli para Cartagena en 1941. Pero además, finalizada la década de los cincuenta, en la que probablemente talle los que han de ser los grupos más afamados salidos de su gubia, el de Aljucer emprende un camino más espiritual, en el que el mensaje de los significados tiene una mayor fuerza, incluso, que el artístico, dado que ha alcanzado un nivel de maestría que le permite perfilar una imagen sin tener que ahondar en recursos efectistas.

Así, el primero de los rasgos formales que nos ha de llamar la atención será el uso de la policromía, el recurso fundamental al dorado como color de la majestad, que encontramos en los atributos reales: la corona y el cetro, espinas y caña. Un dorado intenso y sin matices que también representa en la cuerda que ata las muñecas del Redentor, que es rey en su sacrificio.

El manto ya no se retuerce en pliegues angulosos. Cae serenamente, en un aplomo similar al de quien lo porta. Paños de una serena caída que suceden a la cuidada sucesión de pliegues al reposar éste en las manos de Cristo, porque esta vez sí cae sobre sus hombros, tal y como cita San Juan en su Evangelio.

Y si los atributos del Cristo, del Rey, son una muestra de excelencia en la conjugación de lo artístico y lo religioso, qué decir de la propia figura de Jesús.

Su sola presencia transmite la sensación de majestad. No conmueve arrancando un gesto de dolor, como otros flagelados de dolorido escorzo y notable presencia de sangre. No busca la reacción inmediata del espectador, sino que queda grabado en su memoria, porque no es una imagen sólo para el consciente, sino también para el subconsciente.

La policromía del cuerpo, con la tenue palidez que González Moreno consigue representar perfectamente matizada, absolutamente lejana a la plana uniformidad que desgraciadamente abunda en los últimos tiempos, no se ve salpicada de interminables gotas de sangre, pero la sangre está, en las huellas visibles de una flagelación que no debe restar majestad al que es rey, aunque su reino no sea de este mundo.

Y probablemente sea el cabello uno de los rasgos formales que diferencie esta etapa de González Moreno no sólo de su propia obra anterior, sino que desde luego lo sitúa a años luz de cualquier imaginero de esta u otra zona. El cabello del Nazareno no descansa sobre los hombros, sino que contribuye, en una cuidada talla con tan solo unos golpes de gubia, a la sensación de serenidad de la imagen. ¿Cómo iba a transmitir ese Cristo Majestad otra cosa? Hasta el mechón que coloca sobre la corona contribuye a que ésta no sea tanto un castigo, una tortura, como un símbolo real.

Ecce Deus.

APARICIÓN DE JESUCRISTO A MARÍA MAGDALENA. Cofradía del Descendimiento de Cristo y Beso de Judas. Cieza (1972)

“Dicho esto, se volvió hacia atrás y entonces vio a Jesús,
que estaba allí, pero no lo reconoció” (Jn 20, 14)

Si en otros grupos, en otras representaciones para la Semana Santa, Juan González Moreno podía recurrir a numerosos precedentes en la Historia del Arte, no son sin embargo tantas las representaciones escultóricas de la Aparición de Jesús a María Magdalena en la Semana Santa española, pues prácticamente se limita su presencia al Levante, donde por lo general se abre el abanico de las representaciones pasionales por un carácter más narrativo.

Con todo, y al igual que en el Ecce Homo que ese mismo año realizara para Cieza, la definición fundamental de esta etapa en la obra del artista es, ante todo, la de reafirmar la carga devocional, el mensaje religioso que quiere transmitir con el grupo, por encima –y desde luego gracias a su contrastada maestría- de consideraciones de otro tipo. Dicho en otras palabras, no busca sorprender a la crítica artística, sino conmover a los cofrades.

Y es que esa referencia a la obra anterior, a las representaciones de similar momento no se encontraba tan presente, aun sin buscarla, en la cabeza del de Aljucer cuando los comitentes ciezanos le encomendaron el grupo. Sí había, y a buen seguro conocería, grupos como el de Coullaut-Valera para Cartagena (1947) que en reproduce un esquema compositivo similar al empleado el paso de Cieza.

Sin embargo, ya no encontramos a un González Moreno que compone sus grupos en base a una sabia interpretación de conceptos adquiridos en su contemplación de Historia del Arte. El nivel de desarrollo escultórico de su obra y, también de su propia personalidad como creador, le llevará a poner el énfasis en los significados de su obra.

Jesús ha resucitado. Ha vencido a la muerte. Ese es el primero de los cimientos de este paso. Por tanto han de tener más importancia lo que podríamos denominar ‘atributos de la Resurrección’ que los de la Pasión. Los estigmas se suavizan y tan sólo es visible la Lanzada, lejos ya de la representación sangrienta de los duros momentos del Gólgota. Ahora es la puerta por donde se ha de entrar para creer, aunque dichosos los que pudieran hacerlo sin haber visto.

No hay rastro alguno del cruel martirio y de la tortura con la que comenzó. Una vez más, la serenidad es el rasgo distintivo del Cristo Resucitado. Otros autores lo representarán distante, altivo, arrebatado. Incluso el mismo González Moreno cuando talla el Titular de la Cofradía del Resucitado para Cartagena treinta años atrás optará por esa representación. Pero ahora Cristo es alguien cercano, probablemente influido también para ello por los nuevos conceptos de la liturgia cristiana, por las reformas impulsadas por el Concilio Vaticano II.

¿Y cual es el mensaje de Jesús en su aparición a María Magdalena? ¿Qué es lo que representa entonces González Moreno? El propio San Juan lo narra en su Evangelio (“No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios” (Jn 20, 17)

Y ello es lo que expresa el autor cuando Jesús extiende la mano derecha hacia Magdalena (“no me retengas”) y levanta la izquierda señalando al cielo (“que voy a mi Padre”). No es sino una lectura plástica del Evangelio lo que se procesiona. Y esa ascensión que profetiza para sí mismo se ve reforzada con las líneas ascendentes de una túnica que más que caer del hombro al suelo, parece que asciende del suelo hacia el hombro del Resucitado. Una túnica que se ilumina en un blanco que se vuelve suavemente dorado ante la majestad de Jesús.

Un Jesús que no está solo, que ha vuelto con los suyos. Se aparece a quienes le han seguido durante años y no tiene sentido que ante éstos se muestre distante, como tampoco que prescindiera del mensaje evangélico, algo que sabemos corresponde a la probada fe del autor.

Y ante Cristo, arrodillada, sorprendida, con la mirada fija, ensimismada. Aún –ella sí- con los rasgos de haber padecido como espectadora doliente la tortura y muerte de su maestro. Más que una belleza en sí, refleja la belleza de Dios como un espejo.

Porque María Magdalena es una figura humana, que contrasta con la figura divina del Resucitado. Los pliegues de su ropa son mucho más marcados. Está en el suelo, en la tierra, frente a quien poco después ascenderá a los cielos. Y a la tierra corresponden los colores de su túnica y manto, verde y marrón.

Y así, con un Cristo que resucita y que vence a la Muerte, que culmina el ciclo pasionario, cierra Juan González Moreno tres décadas de trabajo para la Semana Santa. Un camino que inició y que cerró en Cieza para justo orgullo de sus habitantes que cuentan con algunas de las más significadas obras del que es, con diferencia, el mejor escultor murciano del siglo XX y uno de los grandes nombres de la Historia del Arte.

Publicado en 'El Anda' revista oficial de la Semana Santa de Cieza en 2007

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