martes, 8 de junio de 2010

PATRIMONIO MUSICAL DE LA AGRUPACIÓN DEL SANTO SEPULCRO Y EXPOLIO DE JESÚS: EDUARDO LÁZARO Y JULIO HERNÁNDEZ

Eduardo Lázaro Tudela y Julio Hernández Costa responden a dos modelos diferentes dentro del mundo de los músicos que han contribuido con su obra al engrandecimiento de nuestras procesiones. Sin embargo, y pese las grandes diferencias que marcan dos personalidades y carreras profesionales en los comienzos del pasado siglo XX, estos dos cartageneros cuentan con el mérito de haber realizado dos composiciones que forman parte del rico patrimonio musical de los marrajos y, concretamente, de la Agrupación del Santo Sepulcro y Expolio de Jesús: ‘Cristo Yacente’ (Julio Hernández Costa, 1926) y ‘Santo Sepulcro’ (Eduardo Lázaro Tudela, 1931).

Julio Hernández Costa fue un ejemplo de cartagenero inquieto y comprometido, un hombre polifacético que se movió con comodidad en la creación cultural. Nacido a comienzos del último tercio del siglo XIX, conocemos su faceta como autor teatral, en la que llega a registrar en la Sociedad General de Autores un total de treinta y tres obras, como cuenta Alfredo García Segura en la biografía que del mismo se incluye en "Músicos en Cartagena". Pero Julio Hernández no se encasilla exclusivamente como autor teatral. Sus colaboraciones en la prensa local atestiguan su inquietud.

En la faceta musical, y aparte de alguna obra en otros géneros, realizaría para la Semana Santa cuatro marchas de procesión que conozcamos: ‘Madre Mía’, en 1924; ‘Al Pie de la Cruz’, con motivo de la llegada de la nueva imagen de la Santísima Virgen de la Piedad, obra de José Capuz en 1925, a Cartagena. También el mismo año ‘Para Ti’, dedicada a la Agrupación “california” de San Pedro Apóstol y por último, en 1926 ‘Cristo Yacente’, por encargo de la recién creada Agrupación del Santo Sepulcro, la única que –desgraciadamente- se conserva de las cuatro.

Como ya se ha expuesto en estas mismas páginas la riqueza creativa de la Cartagena de comienzos del XX alcanza prácticamente todas las facetas culturales, y la música procesional no fue una excepción. Algunos de los más prestigiosos músicos del momento se encuentran destinados en la ciudad y en ella verán la luz numerosas composiciones, caracterizadas –refiriéndonos ya a la marcha de procesión- por su marcado compás, por su carácter binario, heredado sin duda de la necesidad de adaptar las marchas fúnebres al paso de los regimientos. Es el caso del pasodoble (paso doble) que en origen no es más que una marcha militar de paseo, más alegre –obviamente- que la marcha fúnebre, que es la que nos ocupa.

Se genera en aquellos años la idiosincrasia de la marcha cartagenera, con una cadencia que se adaptará perfectamente, algunos años más tarde, al desfile pausado y rítmico de los tercios.

Volviendo a 1926, Julio Hernández finaliza en febrero ‘Cristo Yacente’, de cara a la primera salida en procesión de la impresionante obra de José Capuz que se estrenará el Viernes Santo. Hernández Costa no era músico y, si bien la melodía principal de la marcha es suya, deberá requerir la ayuda de un músico profesional para instrumentarla. Para ello contará con la ayuda de Marcos Ortiz Martínez, que había sido hasta poco antes director de la Música del Regimiento de Infantería Sevilla nº33, de guarnición en la ciudad, y acababa de ser trasladado a Madrid. La banda encargada de “montarla” y estrenarla no será la que dirigía Ortiz, sino la de Infantería de Marina que en aquellos años dirige Gerónimo Oliver Arbiol. Como narra Joaquín Roca en "Hijos del Yacente", su estreno no será el Viernes Santo, sino el Martes, en el traslado de San Pedro (que en esos momentos no era aún procesión, sino un traslado con música) y, ya en procesión, el Viernes Santo, 2 de abril junto al trono del Yacente. Curiosamente, y lo narra perfectamente Roca Dorda en la obra citada, no volvería a ser interpretada hasta que sesenta años después fuera recuperada por Angel Manuel Tarifa en 1986.

Poco más sabemos de Julio Hernández, cuyo hijo, Andrés Hernández Soro, otro incansable procesionista, editor de publicaciones, escritor y también músico aficionado (compuso la marcha ‘Pasionaria’) fue asesinado al comenzar la Guerra Civil.

Y si la música era una destacada afición en el caso de Hernández, lo fue todo, profesional y personalmente hablando para Eduardo Lázaro Tudela (1893-1979).

Hijo de músico, aprendió desde chico a manejarse entre notas e instrumentos, hasta que entra a formar parte en 1909 como alumno de la Música del Regimiento Inmemorial del Rey nº1 en Madrid. Su paso por las Bandas Militares continuaría poco después en Cartagena, al incorporarse en 1913 a la del Tercer Regimiento de Infantería de Marina, ocupación que compaginará con su participación en los más diversos aspectos de la vida musical de Cartagena.

Sin embargo, en 1931 renuncia a la plaza (para evitar un traslado y al entender que tenía méritos para ascender a Director en Cartagena) y comienza un periplo como Director de bandas civiles: Beniaján (Murcia), Orihuela y Bigastro (Alicante) hasta afincarse en Madrid como copista de música.

Su legado de marchas procesionales lo abre la ‘Marcha Lenta’ (1925) pero será la marcha ‘Santo Sepulcro’, dedicada a esta agrupación “marraja” en 1931, la que nos ocupe. Se trata de una marcha que podríamos denominar “castiza”. Una marcha que recoge los sonidos típicos de nuestras procesiones, adaptándolos a la cadencia del tambor y el pausado desfilar de los capirotes con unos impresionantes recursos para incorporar a toda la banda, a todos sus instrumentos a una estructura que podríamos definir como sinfónica.

Este 2006 se cumplen –se conmemoran- los 75 años de esta gran creación de Lázaro para el Santo Sepulcro, para el patrimonio musical marrajo.

Dos obras, ‘Cristo Yacente’ y ‘Santo Sepulcro’ que son muestra de la gran creatividad de un tiempo que se truncó bruscamente por una salvaje guerra. Dos obras que se han conservado, afortunadamente y que tenemos la responsabilidad de mantener vivas en el acervo musical de nuestras procesiones por su historia y por su calidad, máxime cuando somos conocedores de la desgraciada pérdida de la mayor parte de las partituras de aquellos tiempos, de las músicas que marcaron los primeros años del desfilar de las agrupaciones.

Dos autores, Julio Hernández y Eduardo Lázaro, que representan lo más genuino de la música para las procesiones cartageneras, de la misma historia de la ciudad, el uno afincado en la calle Mayor y el otro en la de las Beatas.

Dos músicos y dos marchas de obligada interpretación en Viernes Santo.

BIBLIOGRAFÍA:

GARCÍA SEGURA, Alfredo: ‘Músicos en Cartagena’. Cartagena, 1995
ROCA DORDA, Joaquín: ‘Los Hijos del Yacente’. Cartagena, 2000

Publicado en la revista 'Capirote' en 2006

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